Categoría: Enfermedades Categoría: Recomendaciones Categoría: Sin categoría
Escrito el día 29-mayo-2020 por Juan Toral
Cantaba Alejando Sanz lo de “tiritas pa este corazón partío”. El corazón, el músculo más importante de nuestro cuerpo: dicen que nos enamoramos cuando nos lo conquistan, que palpita cuando nos emocionamos, que sufre cuando alguien nos hace daño. Metáforas aparte, el corazón es el centro neurálgico de nuestro cuerpo, la sala de máquinas donde se bombea la sangre que hace que todo nuestro cuerpo, órganos y células se oxigenen y puedan llevar a cabo los intercambios y toma de energía necesarios para cumplir sus funciones.
Se dice de una persona buena que “tiene un corazón que no le cabe en el pecho”. Y a veces, el pecho duele cuando nuestro corazón sufre. No todos los dolores de corazón son un infarto: la acumulación de gases, algún esfuerzo físico o mala postura e incluso un ataque de ansiedad pueden cursar con la terrible sensación de tener dolor en el pecho.
Si alguna vez has sufrido un ataque de ansiedad, seguro que tuviste la sensación de muerte inminente, de estar sufriendo un infarto de corazón. Las personas que sufren ataques de ansiedad suelen expresarlo así: me duele el corazón. Y lo definen como un dolor punzante. El dolor en estos casos puede acompañarse de otras desagradables sensaciones como acorchamiento de los brazos, mareos, hiperventilación y sensación de muerte inminente.
¿Pero por qué nos duele el corazón cuando los nervios se apoderan de nosotros y perdemos el control de nuestra mente? Cuando estamos estresados-nerviosos-ansiosos, nuestro cuerpo “se defiende” creando adrenalina y cortisol en un intento de adaptarnos a los nervios. La liberación de estos neurotransmisores hace que nuestro sistema nervioso simpático se dispare: la misión principal del sistema nervioso simpático es activar al cuerpo para prepararlo a huir o luchar, algo que nos ha hecho sobrevivir a lo largo de los siglos.
Pero si la situación se desborda, nuestros músculos se tensionan tanto en busca de estar preparados para huir-luchar y lo hacen de manera tan prolongada, que, llegado a un punto, da la cara en forma de dolor, siendo el pecho uno de los sitios predilectos para aparecer. Otro lugar donde suele dar bastante la cara, es en forma de contracturas cervicales.
Pero el dolor no solo está mediado por la liberación del cortisol y la adrenalina. El miedo hace que se aumente de manera inconsciente la actividad pulmonar, que hace que, sin darnos cuenta, empecemos a respirar más rápido (hiperventilación). Al hiperventilar, aumentamos la movilización de la musculatura del tórax y el diafragma, lo que potencia la sensación de fatiga y/o dolor. A esto hay que sumarle que, con esas respiraciones rápidas, cortas y superficiales, se consigue la sensación de estar ahogándonos, lo que potencia aún más el círculo vicioso de la activación nerviosa en torno a la falta de aire y el dolor.
Pero el aparato digestivo también pone su granito de arena para esa sensación de “dolor de pecho”. Y es que cuando estamos ansiosos, la motilidad del estómago se altera y también la dilatación del tubo digestivo, que puede incluso producir un pinzamiento de los nervios de la zona, lo que contribuye a aumentar la percepción de dolor.
El estrés no siempre es malo: tener cierto grado de estrés es una respuesta fisiológica de nuestro organismo que desde que el ser humano existe, ha estado presente y ha sido clave para sobrevivir: al acecho para escapar de los peligros inminentes, para prevenir accidentes. Es un “estímulo” que supone una respuesta fisiológica y psicológica que hace que nos adaptemos a las presiones tanto internas como externas. El problema es cuando el estrés excede los límites fisiológicos y termina venciendo a nuestra capacidad de adaptación, terminando por bloquearnos.
NOTA: si ves que el estrés está suponiendo un problema, consulta con tu médico o conmigo a través de la consulta online
Se calcula que en torno al 40% de las y los españoles padecen ansiedad o depresión…y digo se calcula porque las estimaciones es que hay un gran número de casos sin diagnóstico, por lo que las cifras son aún mayores. Esto convierte a España en una “potencia mundial” a la hora de consumir ansiolíticos: muchas veces por cuenta propia del paciente, otras tantas por una incorrecta prescripción de los profesionales, sin tiempo y/o ganas en las consultas para intentar hacer un abordaje de los problemas mentales.
La soledad, las cada vez menos sólidas relaciones personales y la crisis económica y laboral están detrás de los más de 6 millones de españoles que sufren de ansiedad.
Menos pastillas y más vida. Menos psiquitaría para estos casos y más psicología. No podemos buscar en la química la solución a los problemas del día a día. La vida en ocasiones es dura y especialmente para algunas personas con las que se ceba, pero buscar el atajo de las pastillas es buscar un atajo en mitad del laberinto en el que se puede convertir nuestra mente. Si estás triste, nervioso, ansiosa…pide ayuda, habla con tu médico/a. No te automediques y prueba a buscar ayuda de un especialista en Psicología. Intenta atajar los problemas antes de que la bola sea cada vez más grande. No será fácil, pero ¡tú puedes! Pequeños cambios consiguen grandes resultados.
Consulta online
Deja un comentario en la web
Deja una respuesta