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El negocio de la obesidad

Categoría: Reflexiones

Escrito el día 24-octubre-2014 por Juan Toral

Cuando uno se sienta a ver el documental “Fed Up” lo hace sin saber qué producto va a degustar. La idea de un producto precocinado, un documental fast-food parece ceñirse sobre este film que a medida que realiza su receta a fuego lento va descubriendo misterios, sombras y chantajes sobre el gran negocio de la industria alimenticia.

El eje del documental es intentar responder uno de los retos de la medicina actual.  ¿Cómo es posible que en la actualidad dónde existe la gran variedad de productos lights, la cultura del gimnasio y el culto al cuerpo, se esté produciendo una epidemia de obesidad infantil?

Los datos sobre los que crece el documental son de EEUU y hay que tener el cuidado de extrapolarlo a nuestra cultura, pero las realidades son paralelas y las conclusiones (escalofriantes) dan que pensar a medida que se muestra la verdad edulcorada con la que la industria ha creado su gran mentira.

92 minutos por delante para abrir los ojos, para quitar caretas, para retratar al lobby y darnos cuenta de los hilos invisibles que rigen nuestra vida, en el negocio de la industria, de la obesidad y de la enfermedad, de la que hay intereses para perpetuar el problema en una cadena perpetua hipercalórica

Desde la década de los 80 hasta ahora la actualidad el número de gimnasios se ha disparado, pero al mismo tiempo, la incidencia de obesidad también subió por encima de cualquier previsión. Este binomio: aumento de la actividad física y de los índices de obesidad son comunes en áreas geográficas tan dispares como EEUU, Sudáfrica, Arabia Saudí o los países nórdicos? ¿Existe un denominador común? ¿Cómo es posible que cada vez haya más bebés obesos? ¿A ellos también se le va a prescribir que hagan más ejercicio?

Más del 95% de los americanos tendrá sobrepeso o serán obesos en dos décadas; antes de 2050 uno de cada 3 estadounidenses tendrá diabetes. El 75% del gasto sanitario va destinado al mantenimiento o al tratamiento de la enfermedad metabólica crónica, una carga que van a terminar pagando nuestros hijos, que se según estimaciones son la primera generación actual que vivirán menos que sus padres.

En la actualidad existe un slogan interiorizado por todos: eres lo que comer, la dieta y el ejercicio, lo que comes por lo que gastas,. En EEUU se ve al obeso como un perezoso, la cultura parece tener una solución: hay que hacer que la gente coma menos y haga más ejercicio, la solución es teóricamente sencilla…así que si el problema persiste, la conclusión señala a uno como el propio responsable de su enfermedad, el problema eres tú.

Hasta 1953 los médicos desaconsejaban el ejercicio ya que lo relacionaban con ataques cardiacos y disminución de la líbido. Fue a partir de los estudios del Dr. Jean Mayer el que observó que los ratones obesos estaban menos activos por lo que se llegó a la conclusión de que la falta de ejercicio se relaciona con el aumento del peso.

Pero a medida que los americanos gastaban más en gimnasio, han sido más las cinturas que se han ensanchado.

Porque el equilibrio calorías ingeridas-calorías quemadas no siempre es una ecuación matemática que cuadre ¿Es una caloría tomada una caloría quemada?

Cuando una caloría no es una caloría

Para explicar este pondremos el ejemplo de las almendras. Si tomas 160 calorías de almendras, debido a su fibra no se absorben inmediatamente, por lo que el aumento de azúcar en la sangre llevará más tiempo; en cambio, si tomamos 160 calorías de un refresco, al no tener fibra se absorbe directamente en el hígado, que libera azúcar y lo convierte en grasa inmediatamente. Por lo tanto podemos concluir que no todas las calorías son iguales, que sí importa de dónde vienen.

No se trata en dejar de hacer ejercicio, sino en aprender a comer y no intoxicarnos por las mentiras que se han ido afianzando en los últimos años, y es que miren estos datos: para quemar un refresco, un niño tendría que montar en bici durante una hora y cuarto. La industria y su marketing se empeñan en poner el foco en el ejercicio físico para seguir teniendo barra libre. Su influencia está oculta y da que pensar sobre un claro conflicto de intereses: las compañías de refrescos patrocinan estudios en las Universidades, finanzan a sociedades de Medicina de Familia en EEUU, se ofrecen a promover los retos promovidos por la administración pública, “comprometiéndose” a ayudar y buscar las soluciones de las que son parte del problema.

El consumo de bebidas con azúcar causa diabetes y obesidad pese a que estudios con dudosa financiación no sean tan categóricos. Además la industria ha creado la falsa creencia de que comer sano es más caro; quizás lleve más tiempo, pero es se puede hacer menús más baratos que en las cadenas de comida basura.

La genética influye, pero no podemos descargar nuestra conciencia a la carga cromosómica. En 1980 no existían casos de diabetes tipo 2 en adolescentes; en la actualidad hay 57638. Los sanitarios creemos saber tratar las complicaciones de un paciente diabético de cierta edad, pero desconocemos los resultados que tendrá sobre la salud en niños a lo largo de tantos años.

Cada vez que las comisiones internacionales daban consejos sobre el porcentaje de los nutrientes, las diferentes industrian intentaban maquillar las cifras y presionar, obligando a rescribir las recomendaciones internacionales. Ejemplo de ello fue el informe de McGovern de 1997 o uno de la OMS: es fácil retocar un informe: se eliminan palabras como ingesta reducida.

En la década de los 80 comenzó el furor por los alimentos bajos en grasa. Pero sin grasa, los alimentos son realmente insípidos, así que los productos bajos en grasas disfrazan el sabor con azúcares añadidos

El azúcar, la cocaína en forma de alimento

Estamos acostumbrados a ver etiquetados que indican tener la mitad de grasa, pero no leemos la coletilla, con el doble de azúcar. En EEUU entre 1977 y el 2000 se duplicó el consumo diario de azúcar.

El azúcar es veneno, es una enfermedad crónica, dependiente de la dosis consumida. Es fundamental para la aparición de enfermedades metabólicas, obesidad, diabetes, enfermedad cardiaca, dislipemias, accidentes cerebrovasculares…

La insulina convierte el azúcar en grasa para su almacenamiento. Con niveles altos de insulina, el cerebro deja de recibir la señal que le indica que está lleno, por lo que el cerebro sigue pensando que se tiene hambre. Te notas cansado, apenas te puedes mover…pero tienes continuamente hambre. La radiografía del obeso, sus comportamientos que se asocian con ellos como comer demasiado, hacer poco ejercicio, la gula o la pereza, son el resultado de la bioquímica, no la causa.

En EEUU hay más de 600000 alimentos comercializados y el 80% tiene azúcares añadidos. Un refresco contiene 10 cucharadas de azúcar, 3 galletas Orea 4 cucharadas. Aunque la sensación que podemos tener al leer el etiquetado de los productos puede ser bien distinto; lo que pasa es que el azúcar se puede esconder con otros nombres: sacarosa, fructosa, glucosa, dextrosa, lactosa, maltosa, jarabe de maíz… De una forma u otra, terminamos absorbiendo todos. La fruta es sana, el zumo artificial no ya que está procesado, se le ha sacado la fibra por lo que para el cuerpo es como si fuera un refresco.

Y es que las bebidas light desencadenan respuestas hormonales similares: producen más insulina, dan antojos y hambre…No consiguen engañar a nuestro cerebro. El azúcar está en sitios insospechados: pan blanco, kétchup, salsas artificiales, cereales…

Sin duda este ha sido uno de los estudios más curiosos que he leído últimamente en el que realizaban un estudio en ratones sobre los efectos de la cocaína y el azúcar que fue formulado por investigadores de la Universidad de Princeton que estudiaron los cambios de hidratación en 43 ratas de laboratorio adictas a la cocaína a las que se les dio a elegir entre cocaína o agua con azúcar: tras 15 días, 40 de las 43 ratas se decantaron por la segunda opción, demostrando reveladores signos de adicción y síndrome de abstinencia cuando se les retiraban el azúcar. Y es que las pruebas de imagen han demostrado que el cerebro se ilumina con el azúcar al igual que ocurre con la cocaína o la heroína. De hecho, el azúcar es 8 veces más adictivo que la cocaína. Esto nos hace llegar a la conclusión de que estamos criando a niños adictos a este tipo de alimentos desde la propia lactancia artificial. A lo que hay que añadir los esfuerzos de las empresas en captar clientes a esas edades, que serán clientes para el resto de la vida: poner personajes en las cajas de cereales, regalar juguetes con el menú infantil…todo sea por captar la atención del menor.

En 2002 la OMS elaboró un documento que reflejó en su primer boceto de manera muy específica que el azúcar es la principal causa de la enfermedad metabólica crónica y la obesidad. La OMS indicó que había que restringir el consumo de azúcar a un nivel que dataron en no más del 10% de las calorías de una dieta. Pero de nuevo el lobby de la industria se movió rápidamente y a través de una fuerte presión política en Washington con amenazas del gobierno Bush de retirar la subvención de 406 millones de dólares que le iban a dar a la OMS si sacaban el informe a la luz. Finalmente, la recomendación de tan sólo el 10% de las calorías provenientes en una dieta del azúcar se eliminó, y en la actualidad las “autoridades” recomiendan que sea el 25%, dos veces y media mayor que la recomendación de la OMS.

El gobierno ha sido en ocasiones cómplice. Hace poco, Michelle Obama creó la línea Let´s move en la que incitaba al cambio, al movimiento. Ante la amenaza, de nuevo las empresas se pusieron en marcha y se comprometieron a ayudar al Gobierno americano para intentar solucionar el problema con la retirada de 1,5 billones de calorías del mercado en 2015 ¿Es mucho? Si analizamos este dato, equivaldría a quitar 14 calorías al día (lo que equivale a un bocado de comida). Tanta orquesta y tanto compromiso millonario para esto…

Y es que parece que la comida no se crea ni se transforma, solo se transforma. Cuando el informe de McGovern de 1997 dijo que había que disminuir el consumo de grasas, hubo un mayor consumo de leches desnatadas…pero ese excedente en grasas fue promovido por el gobierno (presionado por la industria) para aumentar el consumo de queso que elaboraban a raíz de los restos obtenidos en el proceso desnatado.

La industria nos engaña pensando que hay alternativas más saludables. Ya hemos conseguido vencer la idea de que el tabaco es de guays, y es que mata y es dañiño como se demuestra en las cajetillas. ¿Conseguiremos lo mismo con el azúcar y sus derivados? ¿Y si las soluciones en realidad fueran parte del problema?

Es tiempo de pensar. Quizás llegamos tarde para intentar cambiar la situación actual, pero aún podemos dejar un mundo más sano a nuestras generaciones que tendrán que pagar con los gastos derivados de la pandemia de la obesidad que cada vez es más realidad.

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