Categoría: Enfermedades
Escrito el día 09-agosto-2019 por Juan Toral
¿Te has dado un golpe? ¿Te duele algo? ¿Qué me pongo, frío o calor? La eterna pregunta para la que no siempre tenemos respuesta. En esta entrada-videotutorial quiero aclararte cuándo debes aplicarte frío y cuándo calor, y es que este simple remedio térmico puede ser un buen aliado, tan efectivo o más que las pastillas y además más seguro. Te dejo con el vídeo y luego desarrollamos el tema.
El frío y el calor, son dos remedios térmicos, que pese a su efecto opuesto pueden aliviar los dolores. Pero es importante saber cuándo utilizar uno y cuándo el otro ya que dependiendo del dolor, será efectivo o contraproducente.
El aspecto fundamental para decantarnos por uno u otro será el tiempo en el que se ha producido la lesión o nos hemos dado el golpe. Para explicar sus efectos, haré un rápido repaso fisiológico: cuando nos golpeamos, se produce una inflamación por la liberación de células inflamatorias que responden a nivel local. El frío tiene un efecto vasoconstrictor (contrae y ayuda a bajar la inflamación) mientras que el calor tiene el efecto contrario y es vasodilatador (hace que llegue más sangre y ayuda a relajar). Por lo tanto y en términos generales, el frío se elige para la fase aguda de las lesiones donde predomina la inflamación (24-72 horas) y el calor para fases posteriores.
La clave son las 72 horas
Por lo tanto, en las primeras fases tras sufrir un golpe o una lesión lo que está indicado es poner hielo (esto se conoce como crioterapia). Como acabo de decirte, el frío hace que los vasos sanguíneos se estrechen y de esta manera llega menos sangre y células inflamatorias a la zona por lo que ayuda a bajar la inflamación y tiene un efecto anestésico suavizando el dolor percibido. Además ayuda a prevenir la aparición de hematomas y si salen, a que se reabsorban antes.
No existe una forma única de ponerse el frío. Dependerá de la zona, del tipo de lesión, del estado de la persona… En condiciones normales, se recomienda mantener en torno a 10 minutos e ir haciendo descansos entre medias.
Por lo tanto, el hielo será un gran aliado los primeros 3 días tras sufrir algunas de estas lesiones: torceduras, esguinces, luxaciones, sobrecargas, tendinitis, golpes, fracturas, rotura de fibras…. También puede ayudar por ejemplo a problemas circulatorios como serían las varices o las hemorroides, que serían el resultado de la dilatación de venas, a lo que el frío sería un aliado.
Puede resultar curioso, pero el hielo puede quemar. Por este motivo tenemos que proteger nuestra piel y los tejidos lesionados y no podemos poner directamente sobre nuestro cuerpo el hielo. Conviene o bien usar bolsas que cubren y aíslan (de venta en farmacias) o envolver el hielo con un trapo para hacer baje la inflamación pero no lesione la piel. Lo ideal es poner varios cubitos en una toalla, unir los extremos hasta envolverlo y machacar el hielo para de esta manera intentar disminuir el riesgo de quemaduras, al adaptarse mejor al cuerpo por estar triturado.
Una vez que hemos administrado frío (no se aconseja más de 15 minutos seguidos) tenemos que secar la piel de la zona sin frotar.
No conviene poner frío pasadas 72 horas del origen, ya que al no estar en la fase aguda, lo único que conseguiríamos es retrasar el tiempo y la calidad de reparación del tejido lesionado. Tampoco debemos ponernos frío antes de hacer ejercicio ya que se anestesiarían las terminaciones nerviosas y aumentaría el riesgo de lesionarnos ya que el dolor puede ser la antesala de lesiones y una señal que manda nuestro cuerpo para detenernos.
El calor (conocido como termoterapia) estaría reservado para lesiones y dolencias que llevan ya días (a partir del cuarto día) en el tiempo y que amenazan con cronificar. Es una gran opción para recuperarnos de contracturas, rigidez o dolores musculares, sobre todo en situaciones sin antecedente traumático. El calor sirve además para ayudar a drenar abscesos (cuando tenemos acumulado pus en una zona), sirve también para bajar la tensión y tiene un efecto sedante al relajar la musculatura y disminuir la fatiga muscular.
El calor suele ser efectivo para contracturas, rigidez, lesiones por esfuerzo, malas posturas, dolores de espalda….
Conviene tener en cuenta que no se puede aplicar calor en una herida sangrante ya que lo único que conseguiríamos es que sangre aún más al aumentar el flujo sanguíneo de la zona.
Con el calor conseguimos que los vasos sanguíneos se dilaten, hace que se reactive la circulación y esto causa un efecto de relajante muscular, ayudando al mismo tiempo a recuperar la movilidad articular y muscular ya que con el calor se aumenta la elasticidad de los tejidos.
Si el frío podía quemar, el calor también, así que hay que tener cuidado al aplicarnos altas temperaturas (se recomienda entre 34 y 36º). Existen diferentes formas para aplicar la termoterapia: mantas de calor seco, bolsas o paños calientes e incluso sacos de legumbres calentados en el microondas.
Pongamos un ejemplo para que quede claro. Si he realizado una tirada larga por la montaña y al día siguiente tengo dolor, probablemente sean agujetas. Lo ideal será poner hielo para encontrar alivio. Pero si pasados unos días por ejemplo me duele la zona de las lumbares, quizás se deba a una contractura muscular por lo que nos beneficiaríamos de calor.
A la hora de poner frío o calor sobre nuestra piel, no podemos dejarlo mucho tiempo. Será muy importante hacer caso a la sensibilidad y cuando notemos falta de esta, sería el momento de quitarlo.
Espero que con esta entrada hayas aclarado tus dudas. Primeros tres días, ponte hielo. Más de tres días, calor. Para cualquier duda o si tienes un caso en concreto sobre el que necesitas profundizar, te animo a que hagas uso de mi consulta online, donde por sólo 15€ tendrás a “tu médico a un golpe de click”.
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