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Escrito el día 09-septiembre-2021 por Juan Toral
Quizás desconozcas que, en nuestro cuerpo, cuando somos adultos, tenemos en torno a los 4,5-5 litros de sangre y que el 90% de las células de nuestro organismo se encuentran en el torrente sanguíneo. Sin entrar en muchos detalles, debes saber que la sangre es imprescindible para vivir ya que a través de ella se transporta el oxígeno y la energía que nuestros órganos y células necesitan para llevar a cabo sus funciones.
Es muy importante prestar atención a las señales que puede mandar nuestro cuerpo, ya que cuando hay problemas en nuestro torrente sanguíneo, sea la línea que sea (glóbulos rojos, blancos o plaquetas), se pueden dar una serie de síntomas que en principio pueden pasar desapercibidos, pero que es importante reconocer cuanto antes mejor: el cansancio y la palidez pueden asociarse a problemas con los glóbulos rojos, sangrados excesivos, problemas para coagular una herida, predisposición a hematomas o manchas en la piel, pueden estar dando pistas de que hay un problema en las plaquetas, y síntomas como fiebre, picor o adenopatías, pueden estar detrás de problemas en los glóbulos blancos.
Toma lápiz y papel que en este post hablaremos sobre las 5 patologías más frecuentes de la sangre:
Anemia Ferropénica: es la anemia más frecuente. Se produce cuando en el cuerpo disminuye la concentración de hierro, que se traduce en un déficit de hemoglobina, los glóbulos rojos. Más habitual en mujeres, sobre todo en edad menstrual. No tiene un origen genético, sino que suele deberse a un déficit de hierro en la dieta o a personas que tienen dificultad para absorberlo. Por lo tanto, se corrige ingiriendo alimentos ricos en hierro o en fármacos-suplementos que contengan hierro.
Talasemia: al igual que la anemia ferropénica, existe una baja producción de glóbulos rojos, con una menor cantidad de hemoglobina, pero el origen no es la falta de hierro, sino un trastorno genético hereditario. Su tratamiento es más complejo y en función de lo severa que sea, incluso harán falta transfusiones sanguíneas o un trasplante de médula ósea.
Hemofilia: en esta enfermedad, se afecta la capacidad total o parcial de la sangre para coagular. Su causa es genética y se debe al déficit de proteínas que intervienen en la coagulación. Mucho ojo a la hemofilia en mujeres ya que son las principales portadoras, al transmitir en su cromosoma X afectado, el gen afectado a sus hijos. Hay que prestar mucha atención cuando una persona sangra durante más tiempo de lo habitual ante una herida, o sin causa aparente, o si presenta sangre en heces u orina, o sangrados nasales…Un estudio analítico de la coagulación y sus proteínas confirma el diagnóstico. El tratamiento en estos casos puede terminar necesitando una terapia de remplazo de las proteínas de la coagulación afectadas.
Leucemia: es un tipo de tumor que se desarrolla en la sangre. Suele afectar a los glóbulos blancos (leucocitos). Aunque puede darse a cualquier edad, especial atención a adolescentes. Sus síntomas son variados y puede dar la cara en forma de fiebre, cansancio, debilidad, fatiga, aparición de manchas rojas en la piel, infecciones de repetición, sangrado nasal, escalofríos, pérdida de peso, aparición de hematomas, dolor en los huesos. En la analítica se suele apreciar un aumento de los leucocitos y tras biopsia y estudio de extensión, se confirma el diagnóstico. El tratamiento dependerá del tipo y de la gravedad de la leucemia, pero normalmente precisará sesiones de quimioterapia.
Leucopenia: se debe a un descenso en el número de los glóbulos blancos, por lo que nuestro organismo pierde su capacidad para luchar contra infecciones por bacterias, virus, hongos o parásitos, al tener mermado el sistema inmune. El manejo dependerá del tipo y/o número de células inmunes afectadas. Aunque las terapias más usadas se centran en estimular la médula ósea para potenciar la creación de glóbulos blancos
Muchas veces tendemos a infravalorar lo natural, pero en relación a la salud de nuestra sangre, está en nuestra mano herramientas para que sea de mejor calidad. Hacer ejercicio, evitar tóxicos como el alcohol o el tabaco y cuidar la alimentación son importantes para conseguir una sangre saludable.
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