Categoría: Enfermedades
Escrito el día 26-agosto-2022 por Juan Toral
Hace unos días todos nos sorprendimos al conocer que la actriz Anne Heche, de 53 años, había perdido la vida a consecuencia de un accidente de tráfico que se produjo una semana antes mientras conducía a gran velocidad por Los Ángeles, con el diagnóstico de muerte cerebral. En realidad, parece ser que Anne Heche se vio involucrada no en uno, sino en dos accidentes de tráfico el pasado 5 de Agosto, se sospecha (así parece que lo certificaron el análisis) que iba bajo los efectos de alcohol y otras drogas. En el primero de ellos, su vehículo chocó contra un garaje tras lo que fue vista dándose a la fuga con su vehículo para posteriormente impactar a gran velocidad contra una residencia, colisión que desencadenó un gran fuego que dificultó la atención de los bomberos y los sanitarios y es que, según las crónicas, el incendio estructural que se produjo hizo que los 59 bomberos que se desplazaron, tardaran 65 minutos en extinguir las llamas y poder rescatar a la actriz de su vehículo, que según imágenes tomadas, aún se movía.
Poco después, Anne entró en MUERTE CEREBRAL como consecuencia de una lesión cerebral severa producida por anoxia (falta de oxígeno). Tras estar siete días en la UCI, finalmente fue desconectada de las máquinas de soporte vital que le mantenían con vida, tras encontrar a personas candidatas para la donación de órganos. En este artículo hablaremos sobre todo esto: en qué consiste la muerte cerebral, que lo diferencia del coma, saber si tiene tratamiento, cual es el pronóstico, y cómo hacerse donante de órganos
La muerte se puede explicar desde muchas vertientes: la filosófica, la ética, la física, la espiritual. Desde un punto de vista médico es un hecho único e irreversible al que se puede llegar de dos formas: por el cese irreversible de la función cardiorespiratoria (corazón y pulmón), o por el cese irreversible de la función cerebral (muerte del cerebro).
La muerte cerebral se produce cuando una persona tiene destruido todo el cerebro de forma completa e irreversible, con un cese de toda su actividad. Estos cerebros no reciben sangre ni oxígeno y por lo tanto se mueren. En los casos de muerte cerebral, paradójicamente, los órganos pueden seguir funcionando durante un tiempo si la persona fallecida está conectada a un respirador. Sin embargo, la función del corazón y del pulmón cesan si desconectamos a esta persona del respirador que le mantiene en este mundo.
El cerebro es nuestra sala de máquinas, el centro neurálgico, el órgano que lo controla todo: el movimiento, el sueño, la sed, el hambre y todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia.
La muerte cerebral está aceptada como una manera de morir desde el punto de vista médico, ético y legal.
Aunque en principio puede parecer que son sinónimos, hablar de muerte cerebral no es lo mismo que hablar de coma. Cuando una persona entra en coma, está inconsciente, pero sigue viva. Se trata de un estado vegetativo grave de pérdida de conciencia y sus causas pueden deberse a diferentes condiciones. En cambio, cuando se produce la muerte cerebral, el cerebro deja de funcionar definitivamente.
Recuperarse de un estado de coma dependerá de la causa o el problema de salud que ha conducido a la pérdida de la conciencia. Sin embargo, la muerte cerebral es irreversible, sea cual sea la causa.
Hay personas que pueden permanecer en coma mucho tiempo y nunca recuperarán el conocimiento, pero que son capaces de respirar por sus propios medios. La persona en muerte cerebral no respira cuando se le retira el respirador, porque está muerta.
Cada país puede tener su propia legislación en torno a la muerte cerebral por lo que pueden existir pequeñas diferencias según el territorio donde se produzca. La Ley Española de Trasplantes exige que la muerte cerebral de una persona sea diagnosticada por tres médicos distintos, independientes del proceso de donación de órganos: dos médicos/as del equipo que atiende al enfermo (Unidad de Cuidados Intensivos) y un neurólogo/a o neurocirujano/a. Estos tres facultativos/as comprueban la ausencia de respuesta cerebral a distintos estímulos y realizan pruebas confirmatorias de la destrucción completa e irreversible del cerebro.
Hay unos criterios específicos para el diagnóstico de muerte cerebral:
Los médicos tienen que volver a comprobar los criterios entre 6 y 24 horas más tarde para confirmar la falta de respuesta del paciente antes de declarar definitivamente la muerte cerebral. En niños, estas dos valoraciones tienen que hacerse al menos con 48 horas de evolución. En todo este proceso, será clave informar al entorno de seres cercanos del/la paciente, explicarles la gravedad de los hechos y comenzar a presentar la posibilidad de según sea la evolución, la persona ser candidata a donar sus órganos.
Además de las pruebas y exploraciones anteriormente indicadas, existen otra serie de pruebas complementarias adicionales que pueden hacerse en estas situaciones. Y es que, en ocasiones, los resultados de la evaluación inicial pueden ser inciertos o la evaluación no se puede completar. Gracias a estas pruebas complementarias, los/as médicos/as pueden tener información más veraz para llegar al diagnóstico de muerte cerebral. Actuar rápidamente y de manera coordinada en estos casos puede ser especialmente importante cuando se planifica un trasplante de órganos, por ejemplo, después de traumatismos craneales catastróficos (como parece fue el caso de Anne Heche). Entre las pruebas adicionales que pueden usarse estarán:
Ante una muerte cerebral, no hay ninguna oportunidad de que ese cerebro se recupere.
Nadie que cumpla con los criterios de muerte cerebral puede revertir dicha situación. Por lo tanto, una vez se confirma con los diferentes exámenes a las 6 y 24 horas, se puede considerar que la persona ha fallecido.
Tras confirmarse la muerte cerebral, se pueden desconectar los métodos artificiales de soporte vital. Los seres queridos de la persona deben de estar informados en todo momento y tienen que saber que al retirar la respiración asistida es posible que el/la paciente mueva una o varias extremidades y que incluso pueda llegar a sentarse (lo que se conoce como signo de Lázaro). Estos movimientos se deben a contracciones musculares reflejas y no significan que la persona no esté realmente en muerte cerebral.
Para poder ser donante hay que fallecer obligatoriamente en un hospital, en concreto, en una unidad de cuidados intensivos. Será preciso que se haya llegado a la muerte por el cese total e irreversible de las funciones cerebrales (muerte cerebral).
Además, no se debe padecer ninguna enfermedad infecciosa transmisible u otras de difícil tratamiento como el cáncer, que pudiera suponer un riesgo a los posibles receptores de esos órganos y tejidos.
Sin la autorización familiar será imposible dar luz verdad a la extracción de órganos.
Y en aquellos casos de fallecimiento por causas no naturales como sería un accidente de tráfico, los suicidios, o las agresiones, se necesita una autorización judicial.
En Internet puedes hacerte donante de órganos. Yo lo soy y tengo un carnet virtual que lo acredita, pero esa información por desgracia no se vuelca a la historia clínica y entre Comunidades Autónomas no hay una historia única por lo que no hay intercambio de información.
La tarjeta de donante es un documento donde reflejamos nuestro deseo de ser donante de órganos tras el fallecimiento. Sin embargo, la tarjeta no tiene valor legal. A efectos prácticos, lo ideal es comunicar a nuestros familiares el deseo que tenemos de ser donantes, para que, en caso de muerte repentina, conozcan nuestro deseo y autoricen la extracción de órganos. Y es que como has leído anteriormente, puedes tener tu carnet de donante, pero sin la autorización de tus familiares, no se iniciará el proceso de donación.
Insisto, si quieres ser donante, es muy importante que se lo comentes a tus familiares y seres queridos. Un incidente así será tan traumático, que, si un médico plantea que la persona fallecida es candidata para donar sus órganos, pueda suponer un choque que de lugar a una negativa. Un fallecido puede dar muchas vidas, pero el freno del dolor puede hacer que la familia no sea capaz de reaccionar en uno de los momentos más duros de sus vidas.
En España hay una Organización Nacional de Trasplantes en la que se encuentran todas las personas que necesitan un trasplante en nuestro país y se conoce exactamente su inmunohistocompatibilidad. Tras analizar los órganos viables de un potencial donante, se busca a la persona idónea para recibir ese órgano, para lo que el primer paso será el consentimiento de los familiares de la persona fallecida.
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