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¿Por qué eres médico?

Categoría: Reflexiones

Escrito el día 19-julio-2013 por Juan Toral

 

Aunque parezca difícil de creer, jamás antes había reflexionado seriamente sobre la pregunta. Estaba muy próximo de cumplir los 29, había pasado infinidad de filtros hasta llegar al momento actual: la excelencia porcentual de la Selectividad, los 6 duros años de carrera en Granada, la oposición MIR que me dio acceso a poder elegir la especialidad (Medicina Familiar y Comunitaria) que realicé durante 4 intensos y muy formativos años en Málaga. Sin saberlo, llevaba toda una vida detrás de un sueño del que nunca fui del todo consciente de estar construyendo.

En plena vorágine de la efervescente huelga de Especialistas Internos Residentes que encabezamos en Andalucía en el lluvioso Otoño del 2012 (no habrá paz para los malvados, versa una película de Enrique Urbizu) y acostumbrándome a los peligrosos coqueteos con la prensa , tan interesados en informar como en buscar el titular o un traspié que venda bien, me estrenaba en una entrevista televisada para el programa de 101TV, Málaga 10 a 1, comandado por @Domidelpostigo. Llevaba semanas hablando para la prensa escrita, para las diferentes emisoras de radio, concediendo entrevistas radiadas tanto por teléfono como ante los micrófonos de los estudios…pero la primera pregunta televisada fue un swing directo a la mandíbula que casi me tumba en la lona televisiva.

–       Juan, ¿y tú por qué eres médico?

El sudor perlado que amenaza con hacer travesuras con el maquillaje hacía acto de presencia. Tan decidido y motivado para indicar los motivos de una justa huelga, de unas reivindicaciones formativas y laborales dignas, pero tan poco preparado para adentrarme en los secretos de un corazón perpetrado en mil batallas sin belicismo y con algo de romanticismo.

Antes de contestar me volví a preguntar de manera interna la cuestión. ¿Qué por qué soy médico?. Mi compañero en la mesa, y el arduo guerrero que me acompañaba en la primera línea del campo de batalla en la huelga (Pedro Moya) se había escudado en la tradición familiar y en la satisfacción que le suponía imitar el camino recorrido por su padre para conseguir esa felicidad que él intuía cada vez que escuchaba historias del hospital en boca paternal. Yo jamás encontré un referente de esa índole en la rama de los Toral Sánchez.

–       ¿Qué por qué soy médico?

Empecé a recitar mientras buscaba argumentos que hasta la fecha jamás había puesto sobre la mesa de las justificaciones. No sé cuando decidí ser médico, ni cuando y sin saberlo, decidir cambiar el rumbo del resto de mis días hasta una profesión exigente que te exprime cada día en busca de la superación y el compromiso. Lo que sí recuerdo bien eran mis deseos de la infancia: más allá de los sueños infantiles de ser el Iniesta de turno que diera Mundiales de fútbol jamás imaginados, o de los consejos cargados de ironía de mi abuelo que me recomendaba ser picador de toros en parte por mi cuerpo infantil dibujado como una figura de Botero, de pequeño quería ser carpintero; yo que siempre he sido (y soy) tan poco habilidoso para la segueta y las manualidades, que arranqué los cimientos laborales de la imaginación con esa empresa futura de carpintería junto a mi compañero de clase, David Reyes. El paso del tiempo fue difuminando esta opción, pero sin tener marcada la meta. Una enseñanza primaria y secundaria con buenas notas me dejaron en las puertas de bachillerato y la selectividad con una nota suficiente como para elegir entre el amplio abanico de salidas universitarias. No me disgustaban las matemáticas pero sobre todo disfrutaba con la narrativa y las ciencias naturales. ¿Periodista? ¿Biólogo? No lancé una moneda al aire, pero la circunferencia de níquel pareció caer de canto; ¿por qué no hacer Medicina e intentar salvar vidas?

Ahora que lo pienso con tranquilidad creo que no hubo un único motivo que explicara mi decisión irracional, más bien pienso que ni siquiera hubo motivos. Quizás la pregunta no era ¿por qué te hiciste médico?, sino ¿y por qué no?.

Y llegado a este punto levanto la cabeza para visualizar el camino recorrido y empiezo a saborear los sufridos pasos dados con torpe inseguridad hasta conseguir este andar con  fachada de seguridad y decisión. Recuerdo mis lunares de la Primaria en el colegio de los Jesuitas (SAFA) de Úbeda en aquel día que no supe distinguir la escuadra del cartabón, o en aquel otro en el que un examen de esos que tanto le gustaban hacer a Don Antonio en los que te ponía en corro y en función del acierto/error, adelantabas o te ibas al vagón de la clase, terminó con un 0 tras errar las dos preguntas que me hizo, cerrando un círculo que habitualmente encabezaba. Recuerdo el mediocre paso por la Universidad que me despertó de manera abrupta de la realidad inerte de un bachillerato de rosas sin espinas, en ese primer Septiembre de carrera (2002) en el que llegué con 3 asignaturas suspensas, pero sobre todo recuerdo cómo no encontré referentes y maestros en las arquitectónicas aulas de la Facultad de Medicina de Granada que me hicieran enamorarme de una carrera con la que no llegué a identificarme.

En la vida, el factor suerte es importante, o quizás tenía el camino marcado aunque yo creyera jugar con otras cartas. Yo tan decidido a no formarme vía MIR sino a presentarme a las Oposiciones para Forense. Los inicios de una crisis que empezaba a mostrar sus colmillos que hizo que la convocatoria para ese 2008 se adelantara sin darme tiempo para prepararlas en ese año, y con las próximas convocatorias congeladas por el Ministerio…La incertidumbre del futuro inmediato que me hizo empezar a prepararme el MIR meses después que el resto de compañeros sin una especialidad decidida en mente: Geriatría, Rehabilitación, Psiquiatría…y/o Medicina de Familia, una de las mejores decisiones que he tomado al apretar el botón en el acto de adjudicación de plazas en el Ministerio de Sanidad en aquel día de Marzo de 2009.

Toda una vida buscando ese sueño que encontré en los cuatro años de especialidad en Málaga, en el que por fin los astros se alinearon e hicieron que no aprendiera tan sólo una profesión, sino que me enamorara del noble arte que es la Medicina. Allí encontré maestros, referentes, experiencias vitales personales, con compañeros y con unos pacientes que me han dado más de lo que yo les he dado a ellos: yo a ellos les he dado mi atención y mi dedicación intelectual, pero ellos me han devuelto y dado sentido a todo este camino sin coordenadas hasta descubrir lo que realmente me hace feliz: el intentar curar, aliviar o ser útil (en la enfermedad, sanación o muerte) de todo aquel que el destino ha puesto en mi vida. Especializado en Medicina Familiar y Comunitaria, pero con alma inquieta de Urgenciólogo de devoción.

Aquel 26 de Abril del 2008 recité el Juramento Hipocrático como un papagayo sin conocimiento de causa. Hoy lo hago con el convencimiento de saber que sin saberlo (paradojas que le dan sentido a la vida) siempre he sido médico, el primero de una familia que me ha dado todo y me ha enseñado las mejores lecciones.

–       Juan, ¿y tú por qué eres médico?

–       Y por qué no haberlo sido. Es la herramienta que me hace completarme, mi hoja de ruta para completar la felicidad.

«Juro por Apolo el Médico y Esculapio por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que éste mi juramento será cumplido hasta donde tengo poder y discernimiento. A aquel quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mantenimiento y si lo desea participará de mis bienes.

Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo.

Instruiré por concepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.

Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del prejuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer supositorios destructores; mantendré mi vida y mi arte alejado de la culpa.

No operaré a nadie por cálculos, dejando el camino a los que trabajan en esa práctica.

A cualesquier cosa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, obteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de la lasciva con las mujeres u hombres libres o esclavos.

Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser público, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas.

Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro.»

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