Categoría: Reflexiones
Escrito el día 30-marzo-2020 por Juan Toral
Llevo muchos días queriendo escribir este artículo. Y es que desde que el 5 de Febrero escribiera “Coronavirus: un cuento chino”, han pasado tantas cosas y ha cambiado el mundo, que ya ni nuestra vida parece la misma. Muchas guardias; mucha tensión acumulada en el trabajo donde abundan las sospechas y casos confirmados por COVID19, pero escasean los equipos de protección; el prolongar los turnos con el cuidado de mi hija con la incertidumbre de ser fuente de contagio en casa…Pero quiero y necesito sentarme, buscar mi espacio, amueblar las ideas y escribir mis reflexiones sobre todo lo que nos está pasando, ya que a día de hoy siguen muchas piezas sin encajarme en este puzle que ha implosionado nuestra zona de confort. Las opiniones como la ideología política parecen polarizadas en el blanco o el negro, en la izquierda o la derecha, en el “y tú más” sobre el que queremos edificar las respuestas desde nuestro pensamiento único y totalitario.
Esta pandemia debe servirnos para sacar muchas conclusiones. Tanto a nivel personal como a nivel colectivo como sociedad. He revisado lo que escribí y grabé hace casi dos meses donde relativicé el coronavirus. Pequé de soberbia relativizando con el fuck you! e indicando que todo quedaría en una simple anécdota como ocurrió con la gripe A. Quizás o no hemos sabido escuchar a la Ciencia o hemos confiado demasiado en nuestros políticos, pero lo cierto es que muchos (me incluyo) no supimos ver las orejas al lobo. Aunque en el fondo, a día de hoy y pese al confinamiento, al estado de alerta y a las muertes que se apilan desgraciadamente, sigo pensando muchas de las cosas que pensaba al comienzo del mes pasado: las mascarillas de papel no sirven para nada; no debemos de caer en la toxicoinformación y los bulos; las recomendaciones en esta pandemia se mantienen (toser en el codo, usar pañuelos de usar y tirar, desinfectar con agua y lejía y lavarnos las manos con jabón como núcleo central de la solución); y lo que generará más controversia, sigo creyendo que la letalidad del coronavirus no es tan alta como parece. Y sé que por esta apreciación me caerán insultos, desacreditaciones como médico y una serie de injurias que la persona que se expone al dar su opinión debe de estar dispuesta a soportar (que no por ello tolerar): efectivamente, no puedo ocultar el drama de los fallecimientos, ni el dolor de estas personas y sus familias que no pueden acompañarse, despedirse ni velarse; ni el impacto real que está transformando centros lúdicos en crematorios de campaña; ni el drama que está convirtiendo a las residencias de nuestros mayores en una morgue; ni los casos de muertes a edades tempranas de sanitarios, cuerpos de seguridad o trabajadores que han perdido su vida por esas neumonías bilaterales desastrosas que están haciendo colapsar las UCIs al no haber respiradores para todos; o la falta de mascarillas y EPIs que está haciendo que los llamados héroes nos estamos enfrentando al virus con escudos de papel; ni la ausencia de test rápidos que se intenta subsanar con compras piratas que elevan el esperpento a vergüenza nacional.
Y efectivamente, sin ignorar todo este drama, ni el dolor de las familias, ni infravalorar ni frivolizar cada muerte, a día de hoy sigo defendiendo que la letalidad no es tan alta como “nos venden”. Con datos actualizados a hoy, día 29 de Marzo a las 14:00h, en nuestro país hay 6.528 personas fallecidas, 14.709 curadas y un total de 78.797 contagios. Aferrados que estamos a las cifras que hagan aplanar la curva, y con una simple regla de tres me sale que la letalidad del virus es del 8,28%. Y ahora vienen mis preguntas: ¿es esto verdad? Y de ser así, ¿por qué en otros países la letalidad es mucho menor? ¿Por qué el Gobierno español no fragmenta los fallecimientos por grupos de edad? Y es que, en torno a esta pandemia, son muchas las incógnitas que se me escapan a día de hoy.
Los otros días vi un muy interesante vídeo del Dr. Callejas, internista de Granada en el que explicaba que la clave de que en Italia y España hubiera más muertes era una cuestión genética.
¿Pero esto explica todo? Quiero hacer un rápido análisis de lo que está pasando a nivel mundial.
China, con su admirado modelo de gestión que consiguió bloquear la propagación con una exitosa, pero parece que difícil campaña a imitar, al cerrar a cal y canto la provincia de Hubei, salvó su matchball con una letalidad del 4,05% (3.300 muertes en 81.439 casos)
¿Cómo explicamos, que Corea del Sur, tan próxima a China y al brote inicial, salvara su epidemia con tan sólo 152 muertes de 9.583 casos (tasa letalidad del 1,58%)? Ellos cerraron e hicieron un confinamiento real desde el minuto 0 y geolocalizaron los casos mediante drones y el big data. ¿Que cómo se explica esto? Un ejemplo: mientras en España gente es multada durante el estado de alerta por estar cazando Pokemons, allí la gente iba por la calle y su teléfono le avisaba si alguien próximo a él/ella estaba infectado por COVID19. Aquí en nuestro primer mundo occidental, esas medidas de cesión de datos nos parecen una violación de nuestros derechos humanos que parecen estar por encima de la salud pública, aunque en contraposición, estemos dispuestos a regalar nuestra alma y casi el ADN al Mark Zuckerberg de turno que nos regale el Facebook y el Whatsapp con el que tenernos entretenidos.
¿Y cómo justificar la tasa de letalidad del 0,74% de Alemania que registra “sólo” 389 fallecidos de los 52.547 contagios confirmados? Quizás porque allí optaron por hacer test rápidos desde el comienzo, y de esta manera aislar de verdad a las personas con el virus para evitar el alto número de contagios. O porque en el país germano se invierta 4.000€ al año en sanidad por habitante mientras aquí en España la inversión es de 1.400€, lo que se traduce, por ejemplo, en que nuestra ratio de camas de UCI por habitante sea mucho más baja.
¿Y EEUU de la que siempre decimos que o eres rico o estás vendido a tu buena o mala suerte por carecer de una Sanidad Pública como la nuestra? El gigante americano parece que solo sabe hacer las cosas a lo grande y ya es el país con más casos confirmados de contagios con 124.763 y 2.191 fallecidos, lo que supone una letalidad del 1,75%?
Pero como dije al principio, en España estamos a la cabeza con una letalidad del 8,28%, cifra que incluso creo que aumentará en los próximos días ya que se van a mantener las cerca de 800 muertes diarias mientras los nuevos casos deben empezar a suavizarse. ¿Se explica simplemente por una cuestión genética? O como también he escuchado, ¿se puede deber a que nuestra proporción de personas mayores es mayor que la de otros países y el coronavirus parece cebarse con la población envejecida? Pues sinceramente creo que no, ya que estoy convencido de que las cifras con las que nos “entretienen” a diario no son ciertas. Y no es que lo crea, es que estoy convencido de que no son 78.797 las personas contagiadas por el COVID19 en nuestro país. ¿Y por qué estoy tan seguro? Porque he dejado de creer en Fernando Simón, al quién muchos nos hemos aferrado como clavo ardiendo. Y he dejado de creer en él pese a lo huérfano que esto me deja, porque sin ir más lejos ayer mintió como un bellaco al decir, textualmente que “cuando hay un profesional sanitario afectado, todos los profesionales que hay a su alrededor son testados y se identifica a los que son positivos”. Esto es totalmente falso ya que en nuestro país ni se han hecho test masivos desde el principio ni se hacen pasado más de mes y medio del inicio de la pandemia. Miente cuando dice que a los profesionales nos hacen test si algún compañero/a cae enfermo/a. En nuestro país solo se han hecho test rápido si eres famoso, futbolista, o eres político, donde los casos positivos han crecido como las setas. Por lo tanto, las cifras están más cocinadas que un CIS de Tezanos ya que como leí en un artículo, las cifras están mal, tal y como defiende Antonio Durán Guardeño, catedrático de Análisis matemático de la Universidad de Sevilla, que estima que para saber las cifras de contagios reales, deben multiplicarse por 10. Por lo tanto, cuando nos hablan de 78.797 contagios, en verdad estamos probablemente ante aproximadamente 750.000 contagiados, lo que supondría una letalidad real en nuestro país cercana al 1%, lo que va en relación al resto de países (EEUU, Alemania, Corea del Sur…).
Por lo tanto, mi hipótesis inicial de que el coronavirus no es tan letal como nos venden, la sigo defendiendo, ya que un 1% lo veo “asumible”. El principal problema que hemos cometido (me incluyo), es que hemos ignorado su alto poder de contagio, su propagación inflamable que suele tener predilección en núcleos urbanos, y que ha hecho que Madrid, nuestro Wuhan, se vea totalmente colapsada ya que no hay sistema de salud que pueda asumir el aluvión de casos complicados. No hay red de camas de UCI en el mundo que pueda edificarse para tener la capacidad de atender este estado de excepción en su día a día.
Suena frívolo, pero, aunque la carga asistencial, de complicaciones, de ingresos en UCIs y de defunciones, sea alta en el resto del país, es “asumible”. El gran problema está confinado en Madrid, que se asfixia ante las cifras y el alto número de casos que le ha atacado hasta el tuétano. Y sé que suena muy frívolo decir que las muertes en el resto del país son “asumibles” cuando tanto dolor y tanto infortunio está suponiendo todo esto. Pero es en este punto donde intento hacer un análisis sereno de las cifras, como urgenciólogo que soy acostumbrado a lidiar con la vida y la muerte: el año pasado fue una de las campañas con menos fallecimientos por gripe (6.300 personas), aunque si analizamos la campaña de la gripe del 2018, casi 800.000 personas cayeron enfermas, precisando ingreso hospitalario 52.000 con unas cifras de fallecimiento relacionadas directa o indirectamente con el brote de gripe de 15.000 muertes. Y vale que esas 15.000 personas se distribuyeron más o menos homogéneamente por todo el país y no se centraron en dos o tres Comunidades Autónomas, pero el pico de la gripe dura tan sólo 6-8 semanas, y nuestra Sanidad tiene capacidad para asumir este flujo de casos complicados, aunque no podemos pasar por alto que los titulares de prensa de Febrero decían todos los días que las urgencias y los hospitales (un año más) estaban totalmente colapsadas por la esperada nueva epidemia de gripe.
Y es que leer como cada día son 800 personas las que mueren a causa del coronavirus, nos deja sin esperanzas, nos acerca a Italia y nos asoma un poco más al abismo…pero parecemos minimizar por ejemplo las 56.000 muertes que se producen en España al año por el tabaco, las 131.000 por la obesidad o el sedentarismo que se cobra todos los días 150 muertes (los 365 días del año).
Toda nueva infección de un patógeno desconocido para el que no hay ni cura ni vacuna, corre el riesgo de azotar con furia en su aparición al pillarnos sin las herramientas ni la inmunidad para hacerle frente. Empezamos a perder la batalla en el mismo momento que decidimos ir por detrás de él en vez de por delante e intentar que no se hiciera el monstruo que es hoy en día.
Tras analizar el caso español del que pasado todo esto tocará sacar conclusiones y buscar responsabilidades (o culpables) quiero alzar la vista y hacer una reflexión más global, aunque antes quiero compartir una última reflexión que al menos a mí me hace pensar. Y es que, aunque la pandemia es mundial, creo que los siguientes datos nos deben hacer reflexionar:
“España supone el 0,6% de la población mundial y tiene el 20 % de los muertos por coronavirus. Somos el país del mundo con más personas del gremio de la sanidad contagiadas (más de 10.000) y hace tres días el Gobierno anunciaba a bombo y platillo que había comprado 600.000 mascarillas, 11 millones de guantes, 5,5 millones de test rápidos y 1.114 respiradores que esperaba recibir en las próximas ¡8 semanas!. Así que mientras tanto, los y las sanitarias (inclusivo incluido) tendremos que seguir partiéndonos la cara con nuestros chubasqueros de un euro, nuestros cascos de apicultura forrados con plástico de cocina o las mascarillas de tela que cosen a diario miles de manos solidarias, que tanto quieren ayudar pero que no consiguen filtrar ni impedir que el virus entre en las personas que tienen que cuidar”
Cuando todo esto pase, que pasará, tocará pedir responsabilidades. Y es que nos han engañado (u ocultado información que puede ser aún peor) muchas veces. En la fatídica semana rematada por la manifestación del 8 de Marzo, permitieron mítines, eventos deportivos, fiestas populares…pero una semana antes, a los sanitarios nos negaban licencias, permisos y congresos médicos, señal de que el Gobierno sabía lo que se avecinaba pero sin embargo mantuvo esos grandes actos. Cuando todo esto pase, tendrán que oírnos. No somos héroes, pero tampoco queremos ser mártires.
Pero no solo los políticos están equivocados, nosotros también lo estamos. Queremos combatir este desafío en forma de pandemia mundial, como una guerra de guerrillas, donde cada país e incluso, donde cada Comunidad Autónoma pretenden encontrar su solución. En la búsqueda por el fármaco milagroso o la vacuna que resultará clave para próximos brotes, cada país invierte su dinero en ganar esa competición en vez de ser generosos y compartir los esfuerzos y las líneas de investigación.
Podemos echarle la culpa a la globalización. Hoy en día, en 24 horas podemos ir de España a Australia, o de Nueva Zelanda a Brasil. Vivimos en un mundo interconectado, a través de carreteras, cruceros o aeropuertos internacionales. ¿Frenaríamos futuras pandemias construyendo muros, restringiendo la movilidad o reduciendo por ejemplo el comercio? No creo que esta sea la solución ya que la historia nos ha demostrado que reducirlo todo a esto es un error porque en la Edad Media no había el tráfico actual y la peste azotó al mundo, o en 1918 la gran gripe mató a nivel mundial a más personas que la recién terminada Guerra Mundial. Es cierto que el confinamiento a corto plazo es vital para detener la pandemia, pero a largo plazo conduciría a renunciar a nuestro estilo de vida, suponiendo un colapso económico que no terminaría ofreciendo una protección real contra las infecciones, para las que la forma de abordarlas no es la segregación, sino la cooperación, algo en lo que nos estamos equivocando totalmente, ya que cada país estamos haciendo de esta pandemia, nuestra particular guerra.
Mejorar la sanidad de todos los países será clave ya que esta vez el inicio fue en Wuhan, pero la próxima pandemia se puede originar en cualquier punto del mundo, y una mala red sanitaria es avivar el fuego al no disponer de cortafuegos. Y dentro de las mejoras en la sanidad, cobra importancia la inversión en ciencia e investigación. Las principales potencias están centradas en invertir en armamento cuando se ha demostrado que un virus mata más que la codicia y las ansias de poder de unos pocos. Recortar en Sanidad y en Ciencia es pegarse un tiro en el pie. Los investigadores encontrarán la cura para esta crisis y la solución en forma de vacuna para evitar que los próximos brotes (COVID20) colapsen de nuevo el mundo. Y para ello, no ganaremos la batalla con misiles y armas nucleares, sino teniendo al análisis científico como aliado y asesor.
Estaremos más protegidos si somos generosos. Hace falta compartir e intercambiar la información, y para ello nos hace falta ser países más generosos y honestos con nuestros hermanos.
Esta pandemia va a suponer muchas muertes humanas, pero también sociales ya que, sin ir más lejos, la Unión Europea ha demostrado que el brexit no ha sido más que el pistoletazo de salida de la crónica de una muerte anunciada, consumada por la avaricia en la cesión de eurobonos para frenar el avance mortal en el Sur de Europa.
Tenemos que ser generosos y cuando sufrimos una epidemia, compartir de manera honesta toda la información y los datos derivados de la situación, aunque duelan y reste votos. Esta confianza contribuiría a que la confianza entre países fuera mayor y nos echaran una mano para ayudarnos, en vez de la mano al cuello que parece queremos echar al que más lo necesita, para quitarle su bote salvavidas y ver desde él, como intentamos evitar el naufragio mientras vemos hundirse todo a nuestro alrededor. Esta falta de confianza con el prójimo hace tomar medidas tarde y mal, con las consiguientes consecuencias económicas y de vidas humanas que acarrea el hacer las cosas a destiempo mientras se intenta paradójicamente, ganar tiempo en una huida hacia delante.
Ahora ha sido el coronavirus, pero lo que tenemos que aprender de estas duras semanas es que la propagación de una epidemia en cualquier país termina poniendo en peligro a toda la especie humana. Los virus evolucionan, mutan y sin solidaridad ni generosidad, terminan infectando a todo el mundo. El cambio en las condiciones climáticas no ayuda precisamente a frenar la propagación y mutación de infinidad de virus y bacterias, hoy dormidas, que mañana pueden despertar. Hay que fortalecer las fronteras, pero no las territoriales, sino las del conocimiento, y para ello, la mejor inversión será en investigación y en edificar sus muros con modernos sistemas de salud, donde los sanitarios y sobre todos los/as científicos/as tienen que ser los centinelas y escudo para las nuevas pandemias venideras.
Por desgracia, los problemas de salud son abordados por políticos y en la actualidad, el mundo está falto de liderazgo. Basta echar un vistazo a la política de Trump que cada día ridiculiza a la ciencia, a las autoridades públicas y dinamita la cooperación internacional con mensajes homófobos, supremacistas y racistas. O mirar hacia Brasil, o a Corea del Norte, o la falta de valores de la Unión Europea donde todo parece terminar resumiéndose en poderoso caballero es don dinero.
Sin confianza y solidaridad, el mundo será incapaz de detener la pandemia del coronavirus, que quizás termine inactivándose dentro de unas semanas por su carácter estacional viral. Pero es que tampoco pararemos las epidemias futuras que vendrán.
Cada crisis es una oportunidad para sacar lecciones y mejorar. Ojalá que de esta epidemia, la humanidad nos diéramos cuenta del grave problema que supone la desunión global, pero visto lo visto, de esta saldremos más desunidos aún. Espero equivocarme.
Mucho ánimo y mucha fuerza. Gracias por tus esfuerzos, por quedarte en casa y por ser parte del tratamiento: más pronto que tarde saldremos de esta. Gracias a ti, compañero y compañera que cada día estás al pie del cañón, con tus miedos, pero esa predisposición vocacional en la que los políticos se escudan para echarnos a los pies de los caballos. Cuando todo esto pase, nos van a oír, nos vais a oír.
Recuerda que durante la crisis del COVID19 tengo a tu disposición totalmente gratuita la consulta médica online para que te sea más fácil cumplir la misión #QuedateEnCasa. En este vídeo te explico cómo puedes usar la consulta
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Pues acabo de ver tu reflexión dos meses después …y me alegro que hayas vuelto sobre tus palabras. Enhorabuena. Tienes razón las cifras actuales no son reales, pero ni las de contagiados ni las de fallecidos. Te recomiendo si no es atrevimiento que busques los programas de mileniolive, al doctor Gaona, doctor Camacho y el informador Pablo Fuente y veas lo que decían ellos desde finales de enero…y lo que siguen diciendo. Que vaya todo bien. Un saludo