Categoría: Reflexiones
Escrito el día 04-abril-2016 por Juan Toral
La noche del sábado fue una de esas guardias que terminan en el recuerdo por la dureza que la carga de trabajo y emocional suponen en el trabajador que poco más que salvar el turno puede. Con más de 3 horas de espera para atender a los pacientes que por uno u otro motivo decidieron acudir a Urgencias (hay que recordar que desde los despachos se definió que urgencia es todo aquello que el/la paciente considere urgente), las Urgencias de cualquier hospital se terminan convirtiendo en una boca de embudo con una salida muy estrecha ya que en la sala de espera pueden convivir pacientes pacientes (valga la redundancia), impacientes, agitados, nerviosos, agradecidos, que increpan, intoxicados,…. lo que convierte la espera en un caldo de cultivo en el que el trabajador en ocasiones se siente abandonado a su suerte o mala suerte.
He trabajado en varias ciudades y tengo compañeros practicamente en todos los rincones del país y la mayoría coincidimos en esa desagradable sensación de en ocasiones verse superado por las circustancias de mucha demanda y pocos medios y personal. En jornadas aciagas suelo defender con convicción aquello de que «pocas cosas pasan» y me sumo a los que dicen resignados «esto no está pagado» aunque a pie de calle se pueda pensar que el sanitario es rico por lo que cobra. Si somos ricos es por la satisfacción que nos da con tratar con personas, la riqueza de aprender de todas las historias a las que atendemos, de la gratitud de intentar ser útil para el que nos necesita.
Quizás es el momento de replantear los servicios sanitarios; de organizarnos mejor; de cambiar la educación que se ha creado en torno a la salud; de potenciar la Atención Primaria para erradicar la falsa idea de que los Centros de Salud no tienen poder de resolución; de aliviar las listas de espera que hacen que los pacientes tengan que buscar atajos en los laberintos burocráticos en los que nuestra sanidad (años atrás considerada como una de las mejores a nivel mundial) se está pudriendo ante la pasividad de unos y la permisividad de otros.
Esta entrada de amarga semiprotesta debería servir como un llamamiento hacia las administraciones. Y es que el problema de lo público es que el ciudadano piensa que es gratis y los políticos que es suyo. Mientras tanto seguiremos en la trinchera, al pie del cañón, sanando heridas de guerra mientras nuestro alma enferma poco a poco.
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[…] No se si será posible, pero deseo que la terrorista de este atentado contra la salud pública, reciba el castigo que se merece que no es otro que la cárcel y ver cómo le retiran su derecho a la Sanidad Pública a la que tanto daño ha hecho. Ya lo dije en otro anterior alegato sobre el maltrato continuado que sufren los servicio de Urgencias de nuestro país (leer “Urgencias y el caos”): […]