Categoría: Reflexiones
Escrito el día 03-junio-2015 por Juan Toral
Poco o muy poco queda de aquel Sistema Nacional de Salud envidiado y alabado por propios y extraños con el que importábamos con la cabeza bien alta la marca España. Y es que la crisis económica que azota a los mercados tradicionales ha terminado arrasando con todo lo que era sólido y uno de los cimientos y conquistas de nuestra sociedad se debilitó de tal manera que lejos, muy lejos quedó aquel sistema público, universal y plural que otras naciones querían imitar para los suyos.
Y es que la crisis ha sido la coartada perfecta para pasar la tijera e ir privando de unos derechos sociales y sanitarios que se han ido perdiendo sin alzar la voz ni levantar demasiada polvareda. No se sabe qué fue primero, si el huevo o la gallina, pero lo cierto es que las plantillas sanitarias se han visto ajustadas al mínimo común divisor, las listas de espera se han disparado, las carteras de servicios han sufrido un lifting y hasta el sentido común se ha visto recortado, como el reajuste realizado sobre el calendario de vacunación que ha visto como la cobertura de ciertas enfermedades dejó de un día para otro las evidencias científicas y las recomendaciones de los entendidos a un lado para dejar de cubrirlas en modo de vacuna preventiva en función de fríos presupuestos y recortes para cuadrar el amor de los dueños de lo ajeno.
Y es que basta con ver la lista de los últimos Ministros de Sanidad para darnos cuenta del desgobierno y de los bandazos que se pueden estar dando sobre un tema tan delicado como la salud. Y es que ni Leire Pajín (licenciada en sociología), ni Ana Mato (licenciada en Ciencias Políticas y sociología e incapaz de conocer los automóviles que pernoctaban en su garaje) ni Alfonso Alonso (licenciado en filología románica y derecho) parecen las personas más indicadas para idear corrientes de pensamiento ni modus operandi en lo concerniente a aspectos tan importantes como la salud.
Desde hace unos años, embriagados por la nube negra de la crisis, la Ciencia se infectó, cual virus letal de los corsés de una economía y unos presupuestos que la crean banqueros y políticos desde estrados y despachos, sin más evidencias científicas que el ver si suena la flauta. Quizás asustados por el lobby de la industria farmacéutica o por la presión de ciertas corrientes alternativas, las vacunas parecieron un campo perfecto en el que poder dar un bocado en modo de recorte para nivelar unas cuentas y unas arcas cada vez más vacías de fondos pero llenas de falsas promesas incumplidas. De esa manera, en el último lustro, se ha ido jugando con los calendarios de vacunación de mínimos y cada Comunidad Autónoma ha seguido su particular reino de Taifas moviendo a su antojo, poniendo, pero sobre todo quitando patologías a cubrir: neumococo no, neumococo sí, varicela fuera, meningitis B para aquellos que puedan pagarla… ¿Es esa la sociedad que queremos? Porque salvando las diferencias, estamos creando una aria de niños cubiertos, los que pueden pagarse una vacunación que les defienda contra patologías, algunas de ellas mortales frente aquellos a los que sus padres no pueden hacerse cargo, quedando expuestos a la dichosa fortuna del azar, donde se puede enfermar por encima de nuestras posibilidades.
Estudios de 2013 demostraron que con la retirada de la vacuna para el neumococo y la varicela, el recorte en modo de “ahorro” fue del 1% del gasto farmacéutico total (incluyendo en esta partida los altos gastos de los medicamentos prescritos en el ámbito hospitalario). ¿Merece la pena vivir expuestos a posibles infecciones para tan pírrico ahorro? Y es que estamos ante la política del parche y así nos va.
Sin ir más lejos, ayer todos los noticieros abrían con el caso del niño de 6 años ingresado en la UCI del hospital Vall d’Hebron por un caso de difteria, patología que se recordaba al ser estudiada en libros, pero que permanecía latente sin caso alguno desde 1987
Llevamos viviendo en el alambre: al filo del precipicio de la economía, pero también al borde del abismo de la ignorancia. Y es que hay corrientes y padres que luchan por el derecho de no vacunar, de dejar que la naturaleza otorgue la inmunidad necesaria. Volver al paleolítico, al dejar a un lado los beneficios de la ciencia, donde sin duda, las vacunas son uno de los descubrimientos más importantes para la salud de nuestros menores que evitando patologías infectocontagiosas en edades infantiles tendrán mayor probabilidad de crecer sanos.
Las vacunas se definen como cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos, que son sustancias generadas por nuestro cuerpo que están relacionadas con la inmunidad, otorgando a la persona que las recibe de las defensas necesarias para enfrentarse al agente patógeno en cuestión, siendo una importante arma defensiva del cuerpo frente a las agresiones de agentes externos, como, por ejemplo, los virus y bacterias causantes de enfermedades.
Por ello, si algún padre, comunidad o gobierno de turno decide privar del derecho a una correcta vacunación, debería ser castigado con pena ya que estamos siendo cómplices de un genocidio sanitario. Que alguien le explique a la familia del niño ingresado con difteria o a cualquier niño que fallezca por meningitis al no ser vacunado que España va bien, que estamos saliendo de la crisis…porque no existen balances ni decimales presupuestarios que compensen un caso prematuro evitable, ni el dolor de unos padres, ni la pérdida de un niño. Luchemos por nuestros derechos, luchemos por nuestra salud que sólo se vive una vez #NoSinEvidencia
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