Categoría: Te Interesa
Escrito el día 09-agosto-2021 por Juan Toral
A lo largo de los siglos, la Medicina ha ido evolucionando. De una época donde curar y curanderismo parecían ir de la mano, se ha ido pasando al método científico gracias a la adquisición del conocimiento. Un avance imparable que se refleja en la ascendente curva de esperanza de vida, que pese a la crisis del COVID seguirá aumentando los años. Sabemos más de las enfermedades, tenemos a nuestra disposición innovadores tratamientos, conocemos estilos de vida saludables que nos hacen que podamos trabajar las cartas con las que nacemos y juguemos una mejor partida, y también tenemos un arsenal de pruebas complementarias que nos permiten llegar a diagnósticos precoces y exactos para afinar cómo afrontar una situación que puede ser potencialmente peligrosa para nuestra salud.
Dentro de este abanico de pruebas diagnósticas, una de gran utilidad es el análisis de sangre, sin duda, muy valioso ya que de manera sencilla (basta con una simple extracción de sangre) se puede obtener una valiosa información sobre un sin fin de posibles patologías, gracias al estudio en el laboratorio de la muestra sanguínea.
Siempre se aconseja estar atento a las posibles señales que pueda mandar nuestro organismo y ante la sospecha de no encontrarnos bien, lo más aconsejable es acudir a la consulta de tu médico para escuchar lo que te ocurre. Junto a la exploración, el/la profesional tendrá datos para empezar a tirar de la manta y es bastante probable que los resultados de una analítica le sirvan para orientar sus sospechas diagnósticas y llegar lo antes posible a diagnósticos, lo que aumenta las probabilidades de curación. Pero quizás no sólo debemos reservar la realización de una analítica para cuando la enfermedad haga acto de presencia. A ciertas edades, cuando comenzamos a coquetear entre la cuarta y quinta década de la vida, puede resultar beneficioso realizar el famoso chequeo médico para ver cómo estamos por dentro: colesterol, hormonas como las liberadas por la glándula tiroideas, transaminasas para valorar el estado del hígado…y es que hay muchas enfermedades silenciosas que pueden pasar desapercibidas y suponer un riesgo para nuestra salud, que en una analítica pueden desenmascararse y por lo tanto, poner remedio, ya sea haciendo pequeñas modificaciones en el estilo de vida o introduciendo algún tratamiento para reestablecer el orden.
Las posibilidades analíticas que podemos obtener de la sangre son muy amplias: hemograma (útil para valorar anemias y defensas), coagulación, bioquímica (donde se puede estudiar la concentración de los diferentes iones que tenemos en nuestro organismo como el sodio, el potasio, el calcio), la urea y la creatitinina (que valoran el estado de los riñones), perfil hepático, colesterol y triglicéridos, marcadores cardiacos y tumorales, cultivos (cuando se sospecha una infección bacteriana), serología (cuando se sospecha una infección vírica), estudios genéticos, intolerancias alimentarias, alergias, y un largo etcétera que será guiado por los médicos una vez que conozcan los síntomas de los pacientes. Y es que por mucho que avance la tecnología y las máquinas vayan introduciéndose en nuestro a día, será difícil reemplazar la alianza que se establece entre médicos y pacientes, ya que una buena historia clínica y una detallada exploración, son la antesala necesaria, para orientar las pruebas complementarias a realizar y buscar las respuestas.
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