Categoría: Curiosidades
Escrito el día 11-noviembre-2015 por Juan Toral
La gente suele tener mucha fe en los antibióticos, al menos esa puede ser una de las conclusiones si tenemos en cuenta las altísimas tasas que muestran que entre la prescripción desmesurada y la automedicación, estamos creando un problema real, que me gusta resumir como estar matando mosquitos a cañonazos y poder quedarnos sin munición para cuando realmente necesitemos el arsenal ya que están aumentando el porcentaje de resistencias, por lo que la Ciencia está retrocediendo y perdiendo la batalla contra las bacterias que debido al mal uso de su antídoto, se están haciendo fuertes.
En torno a los antibióticos se han ido creando una serie de mitos, luces y sombras que han hecho que algún derivado de la Penicilina sea parte imprescindible de cualquier botiquín doméstico. Y es que quién no ha escuchado alguna vez frases como “los antibióticos son el mejor remedio para la fiebre”, “los antibióticos inyectados son más eficaces”, “cuanto más potente, mejor es el antibiótico”, “no se puede tomar alcohol con antibióticos” o la creencia que será la protagonista de esta revisión: “mientras estamos tratándonos con antibióticos es aconsejable tomar yogures”.
Está demostrado que algunos antibióticos producen alteración en la flora intestinal que en casos extremos puede incluso desencadenar un defecto en el sistema inmunológico y/o metabólico. En torno a esto surgen las siguientes dudas ¿Se pueden evitar los trastornos que producen las alteraciones de la flora tras la toma de antibióticos? ¿Es útil el uso de productos como el yogurt a modo de probióticos?
Antes de intentar buscar respuestas, aclararemos un poco estos conceptos previos.
Ø Probióticos
Existen unas bacterias acido lácticas que en su mecanismo de acción generan ácido láctico cuando fermentan los hidratos de carbono. Debido a sus características, muchas de estas bacterias se han utilizado para la fermentación y conservación de diferentes alimentos como el queso, la soja o el vino.
Lactobacillus y Bifidobacterium son las más destacables en este grupo.
Ø Prebióticos
Entrando en el tema que queremos tratar, los prebióticos son productos de la dieta que actúan como nutrientes de ciertos microorganismos intestinales, favoreciendo que las bacterias en principio beneficiosas para nuestro organismo proliferen al mismo tiempo que inactivan a las patógenas.
Existen alimentos que por sus características naturales actúan como prebióticos. Dentro de este grupo podemos encontrar alimentos variados como la cebolla, la miel, el tomate, las espinacas…
Tras definir un poco las piezas que moveremos en el tablero que tenemos entre manos, toca aclarar los efectos a nivel de la flora intestinal que se producen con el consumo de antibióticos. Y es que se ha demostrado que ciertos antibióticos actúan sobre algunos gérmenes intestinales reduciendo el número de bacterias beneficiosas descritas anteriormente favoreciendo al mismo tiempo la proliferación de otros patógenos que tendrán efecto negativo y que pueden predisponer a situaciones como candidiasis (aparición de hongos a través de todo el tracto digestivo). Es frecuente que ciertas mujeres tras tomar un antibiótico presenten picor y cambios en el flujo vaginal debido a la predisposición a las infecciones por hongos (cándida).
Normalmente con el paso del tiempo y tras finalizar el antibiótico, nuestro organismo suele recuperar sus propiedades iniciales (que quedan predeterminadas al nacer y en la infancia), aunque en ocasiones y según las características de cada persona, esto puede tardar más o menos en producirse.
Ahora bien, generalizar no suele ser una buena opción, ya que tenemos que tener en cuenta que en función del antibiótico, su dosis, cómo se elimine y cuánto tiempo estemos con él, los efectos sobre la flora variarán. Los antibióticos que suelen ser más perjudiciales en relación a esto son los de gran espectro o las combinaciones, como la archiconocida de Amoxicilina/Clavulánico.
Existen recientes estudios (como uno de 2011 de la Guía Práctica de la Organización Mundial de Gastroenterología) que concluye que los probióticos parecen reducir los efectos no deseados de algunos antibióticos, sobre todo la diarrea que suelen producir algunos como efecto secundario y ciertas molestias digestivas como la sensación de distensión abdominal y el dolor.
Aunque al igual que antes no había que demonizar por igual a todos los antibióticos, ahora no hay que santificar a todos los probióticos por igual ya que ni todos actúan por igual, ni todos tienen los mismos beneficios.
Pero no todos los productos funcionan igual, ni todas las cepas y especies tienen los mismos beneficios.
Bajo mi opinión personal (insisto, personal) puede haber algo de lobby detrás del reconocimiento social de ciertos probióticos, ya que la comunidad científica solo reconoce aquellos con estudios que parecen demostrar su eficacia, y ciertas compañías lácteas o multinacionales importantes parecen estar detrás de estos estudios, por lo que ante todo, recomiendo cautela y no lanzar las campanas al vuelo con productos milagro.
Parece demostrado que entre los efectos beneficiosos de estos probióticos se podrían citar: mejoría de diarrea, terapia coadyuvante para la erradicación del Helicobacter pilory, reducir síntomas asociados a la intolerancia a la lactosa o del síndrome del intestino irritable o cierta mejoría del estreñimiento entre otros.
No creo que esté indicado por rutina recomendar un probiótico cada vez que tomemos un antibiótico. Esta indicación debería ir más acorde en función del antibiótico en cuestión. Antes se citó que los de amplio espectro o las combinaciones suelen ser los que más efectos adversos dan, por lo que debería plantearse indicar estos probióticos sobre todo con clindamicina, vancomicina, quinolonas y/o acido clavulánico.
A la hora de elegir el probiótico tenemos que tener en cuenta que existen varios en el mercado en función de la especie, el género y las cepas sobre las que actúan, pero parece indicado que es más efectivo usar una combinación de probióticos ya que las bacterias intestinales suelen ser complejas como para encontrar respuesta con una única especie. Para medir la potencia de un probiótico, también es importante ver la capacidad de formar colonias (millones de unidades formadoras de colonias).
Ahora es cuando está indicado nombrar “apellidos” muy comerciales y conocidos gracias a la labor de la publicidad como casei, bifidus o acidophilus
Estos probióticos suelen no ser baratos, por lo que parece que la idea del yogur ha tenido buena aceptación ya que es barato y “nutritivo”. He aquí el boom de los yogures con bifidobacterias, que parecen tener especial indicación en niños y mujeres en las últimas semanas del embarazo, para evitar que en el canal del parto el/la bebé se pudieran contaminar por estas bacterias oportunistas.
Existen ciertos alimentos que por su capacidad fermentativa pueden resultar beneficiosos como serían:
Ø Yogurt
Suele contener cepas como Streptococcus thermophilus y Lactobacillus, como L. casei o L. bifidus. Los que contienen bifidus, además actúan frente a Bifidobacterias.
Ø Kéfir
Actúa frente a bacterias y levaduras como las Acharomyces kephir, Lactobacillus bulgaricus, Leuconostoc caucasiano, Lactobacillus brevis, Lactobacillus kefiri, Lactobacillus kefiranofaciens subsp. kefirgranum, Lactobacillus kefirgranum ,Lactobacillus parakefir, Saccharomyces lactis, Cándida
Si leemos todo esto, podemos sacar la conclusión de que los probióticos son el remedio a todo mal, por lo que se puede tener la idea errónea de un uso libre e indiscriminado. Siempre deberían estar supeditados a la prescripción de un sanitario ya que hay que saber leer la letra pequeña ya que aunque varios estudios demuestran evidencia en relación a estos alimentos fermentados, no todos los estudios coinciden.
Tras esta primera lectura oficialista, quiero compartir reflexiones algo más críticas que en relación a la revisión de este tema he encontrado publicada por varios especialistas sobre el tema que me han parecido muy interesantes y que comparto con la finalidad de que cada persona saque sus propias conclusiones.
¿Hay diferencias entre un yogurt de marca blanca y otro tipo Activia con su alto contenido en innovadores probióticos que no sólo regulan el tránsito sino que te hacen más feliz? Si miramos la composición nutricional, podemos extraer dos conclusiones: la primera es que este tipo de yogures con sabores tan exóticos tienen el prácticamente el triple de contenido de azúcar que un yogurt natural; y segundo, el alto precio que se paga por este tipo de yogures fashion. Si le añadimos que es un producto mucho más procesado que los naturales. Pero las grandes marcas comerciales (véase Actimel, Danone…) se aferran a la capacidad de las bacterias probióticas que hacen que sus yogures sean “especiales”, lo que justifica su mayor precio además de una publicidad que ha asociado su marca a regulación intestinal, felicidad y sonrisa que para eso gente famosa como José Coronado o Malú han cantado a los cuatro vientos los beneficios.
Si nos centramos en la ficha técnica del yogurt Activia podemos leer:
“Este probiótico contiene los fermentos propios del yogur fresco tradicional (Lactobacillus Bulgaricus y Streptococcus Thermophilus) más un fermento probiótico exclusivo de la multinacional francesa (Bifidobacterium animalis sp. Lactis CNCM I-2494). Según se puede leer en la web de Danone, entre miles de cepas de bifidobacterias, Bifidobacterium animalis sp. Lactis CNCM I-2494* es la única que demuestra científicamente su función: sobrevivir al paso por el estómago y llegar vivo hasta la flora intestinal ubicada en el colon, intestino grueso.”
Pero ¡ojo al dato! La EFSA (European Food Safety Authority) no ha aprobado el poder de estas superbacterias, por lo que no es posible confirmar que estos yogures sean más sanos que los “normales”. Y es que en un informe de este ente en 2011 se sacan las siguientes conclusiones:
– no se ha establecido una relación de causa-efecto entre el consumo de Bifidobacterium animalis ssp. lactis Bb-12 y la defensa inmune contra patógenos.
– no se ha demostrado relación entre el consumo de Bifidobacterium animalis ssp. lactis Bb-12 y la disminución de microorganismos gastrointestinales potencialmente patógenos
– no se ha demostrado relación entre estos probióticos con la mejora en condiciones inflamatorias como las apreciadas en el colon irritable, la colitis ulcerosa o el Chohn
– no se ha demostrado relación entre el consumo de Bifidobacterium animalis ssp. lactis Bb-12 y el mantenimiento de la sangre normal de las concentraciones de colesterol LDL (el malo)
Más leña al fuego, esta conocida marca de yogures, no contenta con los poderes mágicos del Bifidobacterium animalis sp Lactis han decidido cambiarlo por un nombre con más tirón: Bifidus ActiRegularis.
Por lo tanto, parece que detrás de slogan como: “ayuda a mejorar tu sonrisa”, “alimenta sonrisas” o “barrigas felices” no hay base científica ni ellos lo venden en sus frases marketinianas. Y es que, ¿qué estudio puede demostrar que al tomar un yogur sonriamos más?
Pues aquí termina la revisión sobre la indicación de los yogures cuando tomamos antibióticos. He querido dar una visión oficialista y otra algo más crítica. Que cada cual saque sus propias conclusiones y decida en qué se quiere gastar los cuartos
BIBLIOGRAFÍA
Bifidobacterium animalis ssp. lactis Bb-12 related health claims. EFSA Journal 2011;9(4):2047
http://www.drlopezheras.com/2014/12/efectos-de-los-antibioticos-en-la-flora-intestinal.html
http://www.dimequecomes.com/2015/11/dejad-de-flipar-con-los-activias.html
http://scientiablog.com/2014/09/03/activia-y-sus-barrigas-felices/
Guía Práctica de la Organización Mundial de Gastroenterología: Probióticos y prebióticos. WGO Practice Guideline: Probiotics and prebiotics [Official Spanish translation of the WGO]Probióticos y prebióticos. Octubre de 2011
Long-term impacts of antibiotic exposure on the human intestinal microbiota. Jernberg C1, Löfmark S, Edlund C, Jansson JK. Microbiology. 2010 Nov;156(Pt 11):3216-23. doi: 10.1099/mic.0.040618-0. Epub 2010 Aug 12
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