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Cucarachas: esos odiosos bichitos (Entomofobia)

Categoría: Enfermedades

Escrito el día 27-agosto-2013 por Juan Toral

Debe de existir una razón para la mala prensa de las cucarachas. Existen películas que le dan cierto toque social a insectos como las arañas (Spiderman) o las hormigas (Ant), pero el caso es que siendo familiares de la misma especie, las cucarachas despiertan un odio visceral que hacen que quién las vea grite despavorido o reciban un pisotón mortal.

Estamos en parte ante un fenómeno cultural. En otros lares llegan incluso a ser un manjar culinario, una bomba proteica que se sirve tostada y hace las delicias de propios y de escasos curiosos extraños. Aquí esa escena es difícil de ver, nuestros estómagos se relevan ante su sola visualización…somos más de deleitarnos con una buena ración de caracoles… Las tradiciones que hacen que lo excepcional se haga rutinario.

Pese a ser una de las fobias con insectos de por medio más sufridas, lo cierto es que la fobia (temor fuerte e irracional de algo que representa poco o ningún peligro real) a las cucarachas no tiene su nombre propio, por lo que queda definida globalmente como entomofobia (fobia a los insectos). Otros insectos gozan de primera persona, entre los que destacan:  mirmecofobia (hormigas) , esfegsofobia (avispas), aracnofobia (arañas), gnidofobia (picaduras), acarofobia (ácaros), apifobia y melisofobia para la fobia a las abejas, isopterofobia (termitas), metofobia (polillas), y pediculofobia o ptiriofobia para los piojos.

Es difícil leer algo con base científica sobre la entomofobia. Hay mucho escrito en foros con poco fundamento médico a sus espaldas, y son escasos los artículos que hablan sobre este pavor que se tiene ante estos bichitos negros que suelen torturarnos con su visualización, en un miedo irracional incontrolable por el poder de la mente del que sufre esta particular fobia.

A continuación hago un resumen de la revisión bibliográfica que he estudiado sobre este tema:

Entomofobia.También conocida como parasitosis delirante. Miedo persistente, anormal a los insectos. Los que sufren esta enfermedad ven en su presencia una amenaza que desencadena una intensa ansiedad. Es un trastorno médico bastante común. Los pacientes pueden referir infestación de la piel, el tracto digestivo, la ropa o el medio ambiente. La gran mayoría de estos paciente deniegan la ayuda psiquiátrica.

Es clave para su superación crear un clima de comprensión y confianza, realizar un asesoramiento comprensivo que haga ganar la confianza del que sufre esta fobia. Se pueden prescribir medicamentos para el alivio sintomático del prurito, dolor y otros síntomas. Es importante tratar a los pacientes con más empatía, proporcionando un lugar donde puedan expresar su angustia sin ser estigmatizadas. Los antipsicóticos de segunda generación, como la amisulprida, risperidona o la olanzapina en dosis apropiadas para la edad se están utilizando hoy en día para el tratamiento de la enfomofobia.

Estamos ante una fobia irracional, y al igual que con todas las ilusiones, esta creencia no puede ser corregida por el razonamiento, la persuasión o argumento lógico. Para evitarlos, pueden estar siempre extremando la higiene de habitaciones, pisos, puertas, ventanas y rascándose. Esta fobia puede llegar a  interferir con las actividades habituales. Sin embargo, la mayoría de los insectos no son dañinos para los seres humanos y no representan una amenaza, los que sufren de esta fobia experimentan ansiedad extrema ante el mero pensamiento o la vista de un insecto.

Lesiones en la piel, picazón y creencias delirantes son un círculo vicioso que encadenan a estos pacientes a sus miedos.

Respecto a su prevalencia, es bastante difícil encontrar los datos sobre incidencia en el mundo. En un hospital psiquiátrico, su incidencia es de 3 de cada 1000 o 40 de cada millón de habitantes.

Se necesita una estrecha colaboración entre Médicos de Atención Primaria, Psiquiatras y Dermatólogos para abordar esta problematica

Ozkan A.T, Mumcouglu K.Y. Entomophobia and delusional parasitosis. Turkiye Parazitol Derg. 2008;32(4):366-70

 

A propósito de un caso: testimonio en primera persona:

“Desde pequeña he tenido fobia a las cucarachas, reforzada siempre por toda mi familia y amigos. No, no era miedo, no era asco, era una fobia total con todo el kit incluido: sólo de pensar en una, podía sentir hormigueo en mis extremidades, ganas de correr, pavor, sudoración en frente y manos, dolor de estómago, entre otros síntomas. Si aparecía alguna en mi casa, corría lo más lejos que podía y le pedía a alguien que me ayudara a matarla. Si estaba sola, mi ansiedad crecía hasta el punto de llorar del miedo y la desesperación.

Todo esto le conté a mi psicoterapeuta cuando pasé al frente, a lo que él me pidió que imaginara una cucaracha en mi mano… ¡sólo de imaginarla en el cuarto me hacia sudar! Pero seguí las instrucciones e inmediatamente mi nivel de ansiedad se disparó a 10, con todos los síntomas antes mencionados. Él me guiaba a hacer el tapping en los puntos:

A pesar de este dolor de estómago sólo de imaginarme a la cucaracha, yo me acepto profunda y completamente…
A pesar de que tengo ganas de salir corriendo al imaginarme a esta cucaracha, yo me acepto profunda y completamente…
Me duele el estómago de pensar en esta cucaracha en mi mano…
Quiero salir corriendo sólo de imaginármela…
Mis piernas hormiguean al imaginarme la cucaracha en mi mano…

Hicimos varias rondas haciendo referencia a mis síntomas y la intensidad bajó un poquitito. El terapeuta me preguntó cuando había sido la primera vez que recordaba haber sentido ese miedo, y yo le conté el caso: cuando tenía 3 años me estaba bañando y me salió una de la coladera, me asusté y salí corriendo del baño, el cual quedaba al final de un largo pasillo. La cucaracha salió corriendo tras de mí (¡lo recuerdo como si fuera ayer!) y yo corría muerta del miedo ¡pensando que me iba a atrapar! ¡Quería hacerme algo! Mis compañeros (y probablemente ustedes también) morían de la risa de escuchar mi historia, pero yo estaba otra vez ahí, con tres años y ¡corriendo por mi vida! Regresaron todos mis síntomas, por lo que hicimos rondas así:

A pesar de que cuando tenía tres años me persiguió esta maldita cucaracha, yo me acepto.
A pesar de que la cucaracha me quería matar, yo me acepto profunda y completamente.
A pesar de que me perseguía una cucaracha con negras intenciones, yo me acepto profundamente.
Esta maldita cucaracha…
Me quería matar…
Yo tenía que correr por mi vida…
Esta cucaracha asesina…
Me persigue con negras intenciones…
Va a llamar a todas sus amigas para amotinarse contra mí…
Quieren hacer un complot contra mí…
Me quieren hacer daño…

Ya se imaginarán que todos morían de la risa, ¡menos yo! Estuvimos haciendo algunas rondas con estas frases y el nivel de intensidad bajó bastante. Mi terapeuta preguntó qué sentía en mi cuerpo, pues ya no tenía muchos síntomas, sólo quedaba algo así como un nudo en mi garganta. Ahí fue cuando no pude más y solté el llanto, diciendo que cuando me salía una y yo estaba sola, sentía mucha desesperación y tristeza por estar sola y no tener ayuda de nadie y tener que enfrentarla y matarla… por lo cual volvimos a hacer rondas que decían algo así como:

A pesar de sentirme sola cuando aparece una cucaracha en mi casa, yo me acepto.Aunque siento tristeza y desesperación al tener que enfrentarme a ella yo sola, me acepto.Aunque nadie me ayuda a matar esta cucaracha, y eso me hace llorar, yo me acepto.Estoy sola con esta cucaracha…Nadie me ayuda a matarla…Tengo que enfrentarme a ella yo sola…Me da mucho miedo y desesperación…Esta cucaracha que me quiere hacer daño…Tengo que enfrentarme a ella yo sola…¿Realmente me quiere atacar?Tal vez ella esté más asustada que yo…Tal vez pueda perdonarla…Tal vez sólo esté buscando algo que comer…

Así seguimos varias rondas mas hasta que desapareció el nudo en la garganta y mi nivel de ansiedad había bajado a 1, más o menos. En eso me preguntó, si hubiera una cucaracha en el cuarto, ¿como me sentiría? A lo que respondí que no estaba segura, pero de imaginármela no sentía tanta ansiedad. Me dijo: “Hay una atrás de ti”, lo cual sinceramente pensé que era una broma, pero ¡uno de mis compañeros había salido del cuarto a encontrar una! Estaba medio atarantada, pero viva, la pusieron a un metro de mí, más o menos. Yo sólo de verla, ¡grité y subí los pies en mi silla, aumentando mi ansiedad a diez otra vez!

Estuvimos haciendo rondas parecidas a las que mencioné anteriormente, hasta que mi ansiedad bajó lo suficiente como para bajar los pies de la silla y pararme cerca del insecto (que por cierto estaba más muerto que vivo). Mi psicoterapeuta me preguntó que qué me parecía si la pisaba, yo le dije que no. Volvimos a hacer rondas y más rondas, hasta que bajó mi ansiedad. Me acerqué un poquito más, hice más rondas, me acerqué otro poquito, hice más rondas… (la cucaracha asesina, me quiere atacar, llamará a sus amigas, se vengarán de mí…), hasta que por fin ¡mi nivel de ansiedad bajó lo suficiente para pisarla! Lo cual trajo un gran aplauso y gritos de mis compañeros (¡aunque no sé si fue por mi éxito o porque al fin habíamos terminado!)

Yo me fui muy contenta y tranquila a mi casa, pensando qué pasaría la próxima vez que saliera una cucaracha en mi casa. La vida me probó muy pronto, pues al siguiente día le salió en el baño una a mi hijo. Lo que hice fue ir a verla para ver qué sentía, sentí un poco de asco. Después salí por la escoba al patio, entré al baño y la aplasté con la escoba. La saqué con el recogedor al patio y me metí a mi casa como si nada… ¡JAMAS había hecho eso!

Lo increíble no es poder matar cucarachas, para mí lo increíble es no sentir el terror, la angustia, la sensación de hormigueo por todo el cuerpo, el descontrol…”

Lo bueno de las fobias es que tenemos un reto por delante. Si la entomofobia es tu caso, aquí tienes algunas herramientas para intentar superar tus miedos y hacer posible que cruzarte en el camino con estos rugosos y sonoros insectos no sea motivo de desencadenar una descarga nerviosa.

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