Categoría: Termómetro diario
Escrito el día 22-junio-2014 por Juan Toral
Acabo de llegar roto a mi casa, con mi camiseta amarilla de Las Palmas manchada de sonrojo por la vergüenza vivida en tercera persona. Tras esquivar peleas y carreras sin meta que buscan la huida cobarde he emprendido el camino de vuelta a casa, absorto en el esperpento que ha situado a la maravillosa isla canaria en el mapa que entra a todas las casas en forma de minutos televisivos.
El sueño de una ciudad, de un pueblo canario que anhelaba y necesitaba este ascenso para sentir su grandeza acomplejada por el anonimato del segundo plano. La gloria en la palma de la mano, tras una dura temporada. Hace un año que llegué a Las Palmas y unas de las primeras medidas que tomé fue la de hacerme socio de la UD, como había hecho 4 años al llegar a Málaga, o toda mi infancia en el estadio San Miguel de Úbeda donde crecí viendo a 22 futbolistas en post de la gloria del gol.
El tiempo estaba cumplido, que no vencido, y la marabunta envalentonada por la fuerza del grupo buscaba su minuto de gloria. Invasión anticipada de campo de la eterna gentuza que no tiene fronteras y que crecen por reproducción espontánea. La fiesta cortada por el eterno protagonismo de la gentuza que se crece en fiestas a las que no están invitados. Son los mismos con diferentes camiseta: revientan manifestaciones pacíficas, rompen festejos, destrozan escaparates y patrimonios de un pueblo al que no representan pero del que se adueñan. Esos dos minutos para la gloria que pasará a la historia por esa gentuza que no había aparecido durante toda la temporada por el estadio pero que subió al coliseum de Gran Canaria con la idea de fiesta y el lema caiga quien caiga. El doloroso ascenso al infierno tras el esperpento show de carreras e invasiones que sacaron del partido a un equipo que durante toda la temporada parecía haber remado contracorriente pero que ya avistaba tierra. Y el final más doloroso en ese gol sobre la bocina que enfervorecía a los jóvenes y no tan jóvenes que minutos antes se sintieron protagonistas y buscaron en la invasión anticipada su minuto de gloria.
El final de esta historia ya se sabe. Córdoba entera vibra en las Tendillas mientras los allí presentes en la grada del estadio comulgaba en silencio su penitencia en ese cementerio ocupado por los vándalos de turno que excitados por la “grandeza” de su logro increpaban a una grada que durante una temporada acudió al estadio lloviendo, con sol, con más mal juego que bueno, mientras parecían celebrar su minuto de gloria televisivo. Niños y no tan niños, adolescentes e incluso algún padre de familia sin respeto ni educación. Un coliseo romano en el que los gladiadores amarillos caían abatidos por la traición de la escoria de siempre que aparece donde no son bien recibidos. Machangos sin camiseta, marcando músculo pero no cerebro que sacaron del partido a un club traicionado por unos oportunistas que jamás antes habían pisado el estadio durante la temporada.
La afición y la bonanza de un pueblo canario puesto en duda por esta gentuza de turno que para nada representa al buen canario. Gente como mi vecina de abono, esa señora de 60 años con la que hemos terminado compartiendo bebida y conversaciones, o esa pareja de ancianos que todos los partidos acudían al brazo, o ese niño que no encontraba consuelo en brazos de su padre ante el ascenso robado en la última jugada, o esa afición que en un canto único increpaba a la escoria que había decidido emborrar una de las conquistas más brillantes de la historia reciente de la UD mancillada y robada por una minoría que intentaba huir como ratas del estadio del que se habían adueñado. La misma afición que besó la lona sobre sus butacas tras el gol que valía un ascenso para el Córdoba y que aplaudió a la afición rival.
Esta es la España del mañana, la de estos menores sin formación ni dedicación, curtidos en gimnasios, bronceados en sus eternos lunes al sol. La sociedad que viene y ya está aquí, la que tendrá que pagar nuestras pensiones, la que se indigna si un día dejan de emitir Mujeres, Hombres y viceversa si un evento social corta la programación esperada. La España de los ninis, del hermano mayor y de la chusma con diferente nombre pero igual condición: canis, gentuza, machangos, pikikis, canallas, morrala, manada, vulgo, patulea, populacho.
El grito del #SiSePuede anegado por las lágrimas del dolor y la vergüenza de lo sufrido.
Un abrazo a Lobera al que se le privó de un sueño; otro a los jugadores que finalmente consiguieron demostrar y emocionarse con este ascenso a la cumbre, y sobre todo a los canarios que han sufrido esta traición en primera persona y que esta noche se acostarán y no encontrarán consuelo. Y mi enhorabuena al Córdoba, gran tierra y a todos los cordobeses, hombres y mujeres de bien.
Pio Pio, yo no he sido
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