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La llamada del sonrojo

Categoría: Reflexiones

Escrito el día 16-junio-2014 por Juan Toral

Suena el teléfono y miras extrañado la pantalla que te anuncia que te llama un desconocido con el 954 que ubica su origen en Sevilla. Antes de descolgar haces memoria en busca del posible dueño de dicha llamada al tiempo que descuelgas el móvil preguntando quién es. Una fría voz metálica te contesta con su mensaje grabado desde el programa loquendo, sin alma, candidez o cercanía, indicándote que te llaman desde la bolsa de trabajo del SAS (Servicio Andaluz de Salud), que a continuación te van a pasar con una persona y que el mensaje será grabado para asegurar la confidencialidad.

Te quedas sorprendido porque no esperabas dicha llamada. Este año había tomado la decisión de no echar los papeles para la bolsa; el tener un trabajo estable (dentro de la estabilidad que tritura dicha solidez en tiempos de crisis) me había llevado a la firme decisión de no entrar en el juego marcado por unas reglas que humillan al que demanda las migajas de unos contratos que apenas llegan, aunque eso suponga permanecer lejos de mi tierra, mi casa y familia.

–       Buenos días. Le llamamos del distrito X. El motivo de la llamada es ofrecerle 10 días en X pueblo, para pasar consulta de Atención Primaria. ¿Estaría interesado?- te pregunta con un tono que me parece impregnado en pudor

–       ¿Perdone?- preguntas mientras intentas colocarte la mandíbula desencajada por el golpe imprevisto.

La trabajadora que te ha hecho tal suculenta oferta vuelve a repetir las condiciones del mismo.

–       Gracias por ponerse en contacto conmigo pero en estos momentos estoy trabajando y la verdad no me interesa.

La compañera te pregunta que dónde, no se si por simple curiosidad o por exigencias del guión, y exhala que sí que te has ido lejos cuando le dices que es a Canarias.

Cuelgas el teléfono con una ridícula sonrisa que pronto se convierte en amarga. Te das cuenta que esta “suculenta” oferta de trabajo es de la bolsa de trabajo para la que me apunté hace 2 años y te entra la pena al pensar en compañeros que viven aferrados a esa llamada, a esas migajas del pastel que le harán trabajar unos días en verano, navidad y otras fiestas de guardar, de un pueblo a otro, con tu fonendo a cuestas y el sacrificio de tantos años que se ve mancillado por contratos basura de días e incluso horas de duración, recortados a un 75%. Ese es el sistema de la Andalucía imparable que se desangra entre unas goteras que hunde un barco al que no dejan de maquillar para resaltar su belleza del sur.

Esa es la realidad del médico joven (y no tan joven) que busca desempeñar su profesión en tierras andaluzas. Estas son las maquiavélicas reglas del juego que bareman sueños; personas esclavas de hipotecas o de hijos pequeños que le impiden hacer la maleta para buscar un trabajo digno que no entiende de contratos low cost recortados porcentualmente. Piensas en muchos de los compañeros que terminaron la residencia hace meses y que aún no han debutado su vitola de adjuntos; piensas también en gente con años de experiencia que tienen que ir moviéndose en función del contrato de turno, dejando aparcada su familia que abraza de fin en fin de semana (si las guardias no lo impiden); incluso te acuerdas de un amigo tuyo (afortunado en el panorama actual) que lleva 8 meses trabajando, aunque le llaman cuando el mes expira para renovarle otro más, recortado al 33% y descansando tan sólo un fin de semana en estos últimos 8 meses donde la media de guardias oscila en la horquilla de las 8-10 guardias sin llegar a los 2000 € mensuales.

Y te reafirmas en que eres un afortunado, que aunque lejos de casa no tienes que torturarte en busca de un tono telefónico que te obliga a estar pendiente del aparato las 24 horas, sin entender de descansos. Da rabia ver cómo está tu tierra, duele ver el panorama actual y las previsiones de un futuro edificado en otras latitudes que no entienden de raíces ni cercanías.

Una semana después te vuelve a llamar el mismo número y la misma voz informatizada da paso a la trabajadora que en esta ocasión te ofrece 6 días. Pero ya no te hace gracia, ya sabes las reglas del juego y vuelves a rechazar la oferta. Pero esta vez ya te dicen que es la segunda vez que declinas la invitación, por lo que te dejarán aparcado del listado telefónico mientras te indican que si cambias de opinión y quieres estar disponible les mandes un fax. Cuelgas el teléfono mientras haces jirones el papel donde has apuntado el número y lo tiras a la basura, metáfora perfecta que resume el sistema de contratación que hacen en tu tierra, a la que aspiro a volver algún día, pero no a cualquier precio. Quiero ser de utilidad para los andaluces, mis paisanos para los que me formé, pero no quiero ser un trabajador infravalorado que sirva para cuadrar presupuestos descuadrados por malas praxis.

No quiero cerrar esta entrada sin desearle suerte a todas/os compañeras/os que esperan esa llamada. Que tengan suerte y puedan ser felices desarrollando una de las profesiones más bonitas, la de intentar sanar o al menos consolar dolencias.

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