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Escrito el día 12-septiembre-2018 por Juan Toral
Cuando pensamos en adicciones, suele venirse a nuestra mente problemas de drogas debido al efecto adictivo de las sustancias tóxicas: cocaína, hachís, anfetaminas, alcohol, tabaco, redes sociales, una relación tóxica… ¿Pero por qué es tan fácil caer en su trampa y tan difícil vencer a una adicción?. No conviene minimizar el poder de una adicción ya que quiero poner de manifiesto la relevancia y el poder de una adicción compartiendo un interesante experimento científico en el que a ratas de laboratorio le daban a elegir entre cocaína y azúcar. ¿A qué sustancia crees que las ratas se “engancharon”? No, no fue a la cocaína sino al azúcar. Y es que como ha demostrado la Universidad de Stanford, el azúcar es ocho veces más adictivo que la cocaína. Por lo tanto no parece casualidad la epidemia mundial de enfermedades como la obesidad, la diabetes o la hipertensión, ya que el 80% de los alimentos contienen azúcares añadidos.
Antes de entrar en detalle, hay que decir que afortunadamente no todas las personas desarrollan una adicción. Esto nos hace pensar que pueda haber un componente genético que predisponga a que nuestro cerebro sea más “débil” y caiga antes en la tentación.
Sin duda alguna, el cerebro es el principal responsable (aunque no el único) para que una persona se vuelva adicta a ciertas sustancias, que activan una zona cerebral que se encarga de producir un circuito de recompensa.
Lo que ocurre con el consumo de drogas es que se activa el circuito de recompensa del cerebro, lo que se traduce en que nuestro cuerpo pide más cantidad de esa sustancia que le ha resultado “placentera” (aunque no sea saludable).
La adicción es un aprendizaje con recompensa que se convierte en patológico, poniendo en riesgo el proyecto de vida de una persona y sus seres cercanos. En todo este proceso, un neurotransmisor que se llama DOPAMINA es fundamental. La dopamina se proceso de forma natural ante ciertas situaciones como la aventura, el riesgo o la curiosidad.
Ante una situación placentera las neuronas del núcleo accumbens reciben dopamina, mientras la amígdala evalúa la recompensa prevista. El cerebro cuenta con mecanismos para controlar la liberación de esta sustancia y que permiten mantener un equilibrio para que no estemos ni eufóricos ni apáticos sin motivo. Pero cuando se desarrolla una adicción, se rompe el equilibrio natural de la dopamina, disminuyen los receptores de la dopamina, lo que haría que su nivel estuviera más bajo, por lo que se crea la necesidad artificiar de tener que consumir más para conseguir el mismo efecto.
Pero como has leído anteriormente, el cerebro no es el único encargado de generar una adicción, ya que es un fenómeno multifactorial en el que no sólo la biología interviene sino también otra serie de factores como la personalidad de la persona, el contexto individual o factores culturales y sociales.
Por lo tanto, las adicciones no son solo cuestión de cómo funciona la sustancia en nuestro cerebro, sino que lo más importante es el contexto de la persona y qué le lleva a consumir.
De cara a abordar y solucionar la adicción es clave saber que tarde o temprano se producirá el famoso síndrome de abstinencia. Y es que sea cual sea el origen de la adicción, al intentar salir de ellas, la persona experimenta una serie de síntomas parecidos: ansiedad, irritabilidad, alteraciones del sueño y un deseo psicológico de consumir o realizar el hábito perjudicial.
La triste realidad es que una persona que no quiera abandonar una adicción, no la abandonará. Para que la terapia sea exitosa y llegue a buen puerto será clave que la persona se conciencie que tiene que salir de dicha adicción, saber que tendrá que superar el síndrome de abstinencia y ponerse en mano de profesionales como por ejemplo los que existen en adicciones Alicante.
No será fácil, pero tampoco imposible. Con convencimiento y ayuda se puede.
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