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Triatlón Sertri Madrid 2013

Categoría: Reflexiones

Escrito el día 25-septiembre-2013 por Juan Toral

¿Cómo sabremos el límite si no tratamos de superarlo? Esa puede ser la filosofía deportiva de mi vida. Yo que nunca nací para el atletismo, que era más del perfil del sillón y la torta de chocolate; que cuando era pequeño rondaba un índice de masa corporal de 30 y quedaba retratado como el hermano pequeño de Michelín en las fotos. Yo que deambulaba por las pistas de fútbol sala como “chupagoles” ya que mi físico redondo impedía el fajarme en carreras que daba por perdidas antes de empezarlas; yo que cogía la bici pero que era incapaz de completar los menos de 10 empinados kilómetros que separaban Úbeda de Baeza o Santa Eulalia; la misma persona que se consolaba en aquello de que correr era de cobardes, mientras veía con total envidia las hazañas deportivas televisadas, narradas por la radio o imaginadas en protagonizar en primera persona.

Pero ese niño gordito y feliz se fue haciendo mayor. Dicen que fue el corsé que llevé durante más de un año por mis problemas de espalda, o por ese puñetero cambio de metabolismo que es una moneda lanzada al aire…pero el caso es que poco a poco fui bajando kilos y subiendo centímetros, y el delantero quieto se convirtió en defensa batallador (que no bueno), y las distancias fueron aumentando su distancia y el contacto de la suela de las zapatillas con el asfalto se fue haciendo una segunda piel. Y lo que veía como hazañas impensables se fueron convirtiendo en retos primero y logros después. Sin prisa pero sin pausa, como se consiguen y disfrutan las cosas en esta vida fui ampliando el horizonte.  Recuerdo mi primera Media Marathon en Granada en 2008, cuando creía que no cruzaría la meta de los 21 kms; luego han venido más de 8 Medias Maratahones (Córdoba, Málaga, Murcia, Úbeda-Baeza…),, perdiéndole el miedo, que no el respeto a este tipo de pruebas. Decidí formar parte de la grandeza de una de las pruebas extremas que predetermina calendarios allá por Mayo y durante los dos últimos años he disputado la durísima prueba del 101 de Ronda organizada por la Legión. También he ido cambiando piñones y platos en la bici y un fin de semana de locura hice la kilometrada de Úbeda-Málaga.

Mi filosofía me ha demostrado que el poder no está tanto en las piernas ni en la condición física, sino en la cabeza. El no tener miedo, el no pensar en el fracaso como una opción me ha dado fuerzas para afrontar retos para los que quizás no estaba todo lo bien preparado que hay que estar. Nunca he hecho buenas marcas, nunca he aspirado a ganar ni lo haré, pero siempre termino ganando cuando llego a la meta y hago mío el lema de “el sudor se seca, el dolor se pasa pero la gloria permanece para siempre”.

Es por eso que hace tres meses marqué otra muesca deportiva en el calendario: 22 de Septiembre, Madrid: Triatlón Sertri. Tras medio dominar bici y correr era el turno de preparar la natación. Para el agua yo soy como el aceite, somos miscibles. La bebo, me ducho, me refresco, pero a la hora de nadar, o bien la evito o la moldeo en mi particular forma de flote en unas brazadas prefabricadas o un estilo perro que me hace permanecer todo el tiempo que haga falta sin un avance meteórico. Es por eso que hace tres meses, y con la motivación del reto del triatlón me apunté a una piscina y a un monitor con el que poco coincidí por motivos laborales. Me equipé con mis gafas, gorro y bañador, me zambullí en la piscina, vi vídeos y tutoriales en la red y entrené en la concurrida calle 7 de la piscina del complejo Martín Freire de Las Palmas de Gran Canaria con la mente en el lago de la Casa de Campo.

Y llegó el día, domingo 22 de Septiembre de 2013. El turno matinal de las 8:34h para superar el frío del alba y el miedo de enfrentarse a lo desconocido. Por delante 750 metros a nado, 23,4 kms en bici y 5 kms corriendo.

Y te ves con tu bañador en la lanzadera de salida, rodeado por las 100 personas que forman parte en tu tanda de salida, y escuchas el disparo de salida y de manera autómata tomas todo el impulso que te es posible para lanzarte de cabeza al agua del Lago de la Casa de Campo. Y te ves en medio de la marabunta, impactado por la situación, rodeado por el agua tan verde del lago que parece insalubre, nervioso como siempre que uno se enfrenta a las primeras veces, que te olvidas de lo aprendido. Lanzas brazadas desesperadas, mueves la cabeza sin ton ni son, aceleras una respiración totalmente descompasada y ves desesperado como no puedes, como no avanzas, como los participantes de tu turno se alejan y como los que salen 4 minutos después llegan a tu altura.

El miedo es un mal compañero de viaje porque siempre es demasiado tentador; es fácil tirar la toalla, pensar qué haces tú en pleno lago, qué necesidad tienes de desplazarte de Canarias a la capital, de haber hecho que tus padres se hagan más de 300kms en coche para subirte la bici. Y ves la lancha escoba que parece mirarte burlona invitándote a subir en ella para terminar ese sufrimiento “inútil” que te hace sentirte ridículo. Pero como siempre, una mentalidad positiva es una buena herramienta para vencer crisis existenciales como la que viví en primera persona en aquel lago de la Casa de Campo; estaba anclado en el pavor, en el miedo escénico que se da en situaciones puntuales; había tragado bastante agua verde, había pasado nauseas y fatiga pero era el momento de pensar en que llevaba tres meses preparándome para disfrutar de ese día, que me tenía que imaginar en la calle 7 de la piscina cristalina en la que me había estado entrenando, que sabía coordinar los movimientos y la respiración, para finalmente cruzar las bollas que indicaban el recorrido hasta llegar a la orilla que ponía fin a 750 metros de desesperación vencida.

Salí del agua pálido, mareado, tambaleando…pero salí que es lo importante. Me aireé mentalmente en la transición, me cambié y me subí a mi bicicleta de montaña para pedalear junto al resto de participantes que iban con bicicletas pseudoprofesionales de carretera, mientras disfrutaba del recorrido, de los dos cerros empinados que había que superar en cada una de las tres vueltas al circuito que había que completar. Para terminar con ese “paseo” de 5 kms en el que disfruté de la exigencia de una prueba  que hace tan sólo unos años hubiera sido un imposible pero que ahora es una realidad.

Jamás ganaré ninguna prueba deportiva, aunque soy el primero ante todos aquellos que no lo intentan. Y considero esta filosofía que ido aprendiendo, en la cultura del esfuerzo, el sacrificio y la superación como una herramienta aplicable para la vida en general y las situaciones de crisis en particular. Y es que como dice mi primo y compañero infatigable de batallas, where is the limit?

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